El sufrimiento de Job y el nuestro (1ra parte)
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Una de las historias más conocidas de la Biblia es sin lugar a duda la de Job. Es un libro fascinante que no pretendo cubrir exhaustivamente en este artículo. Sin embargo, me gustaría compartir en una serie de dos mensajes algunas de las lecciones que han tocado mi corazón durante mi estudio de la vida de Job y de las circunstancias que la rodearon.
La Biblia describe a Job como un hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal. Un hombre bendecido por Dios con siete hijos y tres hijas. Una persona próspera con una hacienda compuesta por siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y por si fuera poco era “aquel varón más grande que todos los orientales.”
Al leer su historia vemos que este hombre tenía una vida maravillosa. Había conseguido todo con el sudor de su frente y la bendición de Dios estaba sobre él.
La bendición más importante
La primera bendición de Job fue conocer a Dios. Este hombre poseía sabiduría, ya que el principio de la sabiduría es el temor de Jehová. Su conocimiento de Dios le había hecho un hombre sensato, recto, que hacia lo bueno. Un hombre que entendía que la obediencia a Dios traería bendición sobre su vida.
Sus hijos se beneficiaron de su piedad, ya que cada día Job ofrecía holocaustos delante de Dios por si quizá ellos habían pecado contra Dios. Sin duda alguna Job fue un padre que sentaba el ejemplo de cómo luce la piedad.
Una persona a la que seguramente todos los vecinos y conocidos admiraban y respetaban. Job era sin duda un ejemplo a seguir.
Evidencia de un mundo espiritual
Un día normal en la vida de Job fue drásticamente transformado por una escena invisible ante sus ojos y desarrollada en el cielo entre Dios y Satanás (Job 1:6-12).
Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra. Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia.
Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.
Satanás en su lucha contra Dios, siempre está buscando a quien destruir y apartar de la fe. No se atrevía a tocar a Job, hasta que Dios le pregunta si lo había considerado. Satanás, tratando de acusar a Job de ser fiel a Dios únicamente por todas las bendiciones que recibía de su mano, desafía a Dios para que extienda su mano contra él.
Satanás no puede tocar a un hijo de Dios, a menos que Dios se lo permita. Así que el enemigo de Dios necesitaba el permiso de Dios para tocar a este hombre.
Una vez recibe autorización para atacar a Job, Satanás inicia su tortuoso plan por el alma de este hombre recto.
El plan de Satanás
El enemigo de Dios no perdió tiempo, inmediatamente inició su plan para destruir la fe de Job, para encontrar la manera de mofarse y burlarse de Dios.
Uno tras otro y sin tiempo para procesar las noticias recibidas, cuatro mensajeros llegaron delante de Job con mensajes desalentadores. Primero, su ganado había sido robado y los criados asesinados. Segundo, fuego cayó del cielo quemando a las ovejas y a los pastores. Tercero, los caldeos se llevaron los camellos y mataron a los criados. Y por último y tal vez lo más doloroso, mientras sus hijos e hijas estaban en casa de su hijo el primogénito, un gran viento derribó la casa en la que estaban, dejándolos sin vida (Job 1:13-19).
¿Cómo respondió Job ante las pérdidas? (Job 1:20-22)
Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y se postró en tierra y adoró, y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito. En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
Una tragedia tras otra, y sin tiempo para reaccionar ante la noticia, Job lo había perdido todo en un mismo día y sin embargo no culpó a Dios ni le preguntó por qué. Lo adoro y reconoció que todo lo que había tenido era un regalo de Dios.
Dios da y Dios quita, que su nombre sea bendecido, fueron las palabras que Job profirió aquel trágico día.
Job reconocía que todo proviene de la mano de Dios, que venimos a este mundo sin nada, y sin duda, sin nada saldremos de él.
Durante esta prueba Job no fallo ni peco contra Dios.
¿Cómo respondemos nosotros ante las pérdidas?
¡Como quisiera poder responder de la misma manera que Job cuando las cosas no salen como lo espero! Cuantas veces las noticias llegan a mis oídos y mi corazón desfallece, dejándome incluso sin ganas de adorar.
No sé tú, pero a mí el simple hecho de pensar en perder personas, cosas o situaciones que valoro y que considero importantes en mi vida, me llena de dolor.
Tal vez hoy hay pérdida en tu vida. Quizá la muerte ha tocado muy de cerca tu corazón.
O puede que a raíz de todo lo que estamos viviendo el trabajo escasea y el dinero se esfuma, dejándote con poco o quizá nada para proveer una comida decente para tu familia.
Puede que hayas recibido un mal diagnóstico y que los médicos no te hayan dado mucha esperanza.
Quizá el sufrimiento ha llegado a la vida de alguien a quien amas, y no tienes manera de ayudar y te sientes agobiada y desalentada.
Tal vez la infidelidad de tu cónyuge ha llegado al punto en el que es casi imposible salvar el matrimonio por el que has trabajado y luchado durante años.
Quizá tu hijo ha decidido no seguir a Cristo, y sus decisiones le están llevando por el camino que conduce a la destrucción.
O puede que la traición de algún amigo o familiar este destrozando la poca confianza que quedaba en tu corazón.
Todos los días, al ver el noticiero vemos sufrimiento y dolor. Miles de noticias que dejan al hombre dudando de todo. Cuestionando el rumbo que debe seguir su vida. Nos sentimos agotados y desalentados por todo lo que el propio hombre hace a sus semejantes.
¿Cómo reaccionas ante las pérdidas y el dolor? ¿Culpas a Dios y te alejas de Él? ¿Culpas a otras personas? ¿Te defiendes por tus fallos? ¿Atribuyes tus problemas a Satanás? ¿Te agobias y deseas morir en lugar de aprender? ¿O por el contrario te acercas a Dios sabiendo que Él tiene un plan y un propósito en medio de tu sufrimiento?
Aprendiendo del ejemplo de Job
Querida amiga, como hemos visto, la vida de Job no fue una película de terror. Fue una historia verídica con protagonistas y situaciones reales. Una vida de abundancia y bendición. Una vida de prueba y de dolor. Una vida de aprendizaje y confianza en Dios. Una vida llena de lecciones para todos nosotros hoy.
Hasta este punto de la historia, Satanás había destruido toda la riqueza material de Job y había causado la muerte de sus seres más queridos provocando un dolor agudo en el corazón de este hombre. No obstante, Job mantenía su confianza intacta y su fe puesta en Dios.
Sin embargo, Satanás, no se daría por vencido tan fácilmente. Tenía un plan y quería ganar la batalla contra Dios. Así que una vez más se presenta delante del Dios Soberano del universo.
Dios le pregunta si no ha considerado a Job, pero esta vez Dios añade una nueva descripción a la persona de Job: no solo lo describe como un hombre único en la tierra, un varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, sino que añade que es un hombre que ha mantenido su integridad a pesar de la ruina que había recibido sin una causa justa (Job 2:3).
El enemigo de Dios y de sus hijos, no reconoce la derrota e incita nuevamente a Dios a probar el corazón de Job. “Respondiendo Satanás, dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida. Pero extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no blasfema contra ti en tu misma presencia” (Job 2:4-5).
Esta guerra se había vuelto algo personal. Satanás quería tocar la propia vida de Job, su cuerpo se convertiría en la zona de batalla y estaba convencido de que esta vez la victoria seria suya.
Dios, en Su soberanía, le da permiso a Satanás, pero le pone límite a lo que puede hacer “y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; más guarda su vida” (Job 2:6).
Un atributo de Dios en el que podemos descansar y gozarnos, es presentado en este versículo: Dios es soberano. Satanás no.
¿Te das cuenta? Dios pone límite al mal que nos puede llegar. Dios pone límite a lo que el enemigo puede hacer en nuestras vidas. Dios pone límite al daño que otras personas pueden causarnos. Dios pone límite a nuestro sufrimiento.
Dios es soberano sobre todo lo que hay en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra. Todo lo que nos sucede pasa primero por sus manos y no puede llegar a nosotros a menos que Él lo permita. ¡Qué verdad tan maravillosa y alentadora para nuestras almas atribuladas!
Nuestro sufrimiento tiene un límite y un propósito
Cuando el libro de Job fue escrito, Romanos todavía no existía. Sin embargo, la realidad que el apóstol Pablo presenta en Romanos 8:28 se llevaría a cabo en la vida de este hombre recto y justo, porque toda la vida de Job desde ese momento de pérdida y de prueba cambiaría, a pesar del dolor y el sufrimiento, para bien.
Satanás no sabía “que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28).
A pesar de la prueba de fuego que estaba atravesando, Dios estaba obrando una purificación aún más maravillosa en el corazón y el alma de nuestro amigo Job.
En el libro “Cuando Dios llora” Joni Eareckson Tada define el sufrimiento como tener lo que no deseamos y desear lo que no tenemos.
Hermana, nuestro sufrimiento tiene un propósito. Dios puede usarlo para que podamos ser un ejemplo en la manera en que lo tratamos. Dios puede usarlo para el bien de aquellos que están cerca de nosotros, o para Su propia gloria.
El dolor es real. El sufrimiento es real. Las lágrimas y la agonía son verdaderas. Sin embargo, déjame recordarte que Dios y Su Palabra también son verdad. Su ayuda y Su presencia es verdadera en medio de tu debilidad, en medio de tus circunstancias. No sufras sola. Corre a Cristo. Ve a la presencia de Aquel que puede sanarte y consolarte.
Quiero terminar este primer mensaje acerca del sufrimiento con algunas preguntas para meditar.
- ¿Cómo la vida de Job hasta este momento de la historia te puede ayudar a cambiar el “¿por qué a mi Señor?” en adoración?
- ¿Cómo entender que el sufrimiento que ha llegado a tu vida ha pasado primero por las manos de Dios, cambia la manera en la que lo recibes y lo enfrentas?
- ¿Cómo los siguientes versículos pueden darte fortaleza y consuelo durante los momentos difíciles?
“Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían. Nahúm 1:7
“En el día que temo, yo en ti confío”. Salmos 56:3
“Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza. Él solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; En Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; Derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio”. Salmos 62:5-8.
Oración:
Padre, te doy gracias por Job y por su ejemplo en medio de tanto sufrimiento y dolor. Gracias por tu Palabra que nos recuerda que tú eres soberano y que nada ni nadie nos puede separar de tu amor. Gracias por tu presencia en medio de nuestras dificultades. Ayúdanos a confiar en ti en todo tiempo y a recordar que tú eres el refugio seguro para nuestras almas en medio de la aflicción.
Permite que quien lea este mensaje sea bendecido y animado por la respuesta de Job, y que recuerde que a este mundo venimos sin nada y nos iremos sin nada. Recuérdale la necesidad de poner la mirada en las cosas de arriba y no en las de la tierra, y de esa manera, llénalo de esperanza para enfrentar las dificultades y el sufrimiento con nuevos ojos.
Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.
La próxima semana, compartiré la segunda parte de esta serie acerca de la vida de Job.
Dios te bendiga
Mónica Carvajal