El pecado acaba con todo
«Mis ojos se consumen por las lágrimas» (Lam 2:11).
Jeremías continúa hablando de la caída de la hija de Sión como consecuencia de la ira de Dios. Reconoce que Dios no había perdonado su iniquidad y que ahora era su enemigo debido al pecado acumulado y a la rebeldía creciente de esta nación.
Todo había sido destruido, y el profeta manifiesta que no han sido los babilonios, sino la misma mano de su Creador y Dios.
Aún el propio tabernáculo de reunión, el lugar santo que representaba la presencia de Dios entre Su pueblo, había sido destruido. Dios mismo la había destruido y quebrado los cerrojos que la abrían y todos los muros habían caído.
No queda nada en pie de ese lugar sagrado, en el que muchas veces se escuchaban voces de alabanza y adoración, y donde se presentaban sacrificios y ofrendas al Dios verdadero. Esta era una prueba visible de la desgracia que había caído sobre la nación.
El silencio es tanto que aun los propios profetas no pueden encontrar visión de parte de Dios para alentar o advertir al pueblo.
Desde los ancianos hasta las jovencitas se lamentan y lloran incansablemente debido a la destrucción, han puesto polvo sobre sus cabezas.
Mientras tanto, el profeta llora y se lamenta de tal manera que siente que esta consumido por las lágrimas, debido a la devastación que presencia. Ve a los pequeños morir en los brazos de sus madres, debido al hambre y a la escasez.
El autor reconoce que no hay palabras para amonestar, comparar o consolar a Jerusalén, ya que su ruina es grande, y se pregunta ¿quién te podrá sanar?
Habían creído a profetas falsos que los engañaron con visiones engañosas, negándoles su iniquidad. No los reprendieron, no les avisaron de lo que vendría.
Sin embargo, ignoraron al profeta que les había manifestado exactamente lo que acontecería si continuaban rebelándose y ofendiendo a Dios con su pecado.
Todos los que conocían acerca de la hermosura y la gloria de Jerusalén hablan en su contra y preguntan en tono burlón: «“¿Es esta la ciudad de la cual decían: ´La perfección de la hermosura, el gozo de toda la tierra?´”». se gozan por su caída y se alegran de verla destruida.
Desde los más pequeños hasta los líderes de esta nación estaban sufriendo las terribles consecuencias del pecado. Dios que había sido paciente y misericordioso, estaba mostrando otros de Sus atributos, Su justicia perfecta y Su ira santa.
Hasta aquí había llegado Su paciencia, la rebeldía y el pecado de Judá tenía que ser juzgado y Dios cumplió Su Palabra, los entregó en manos de sus enemigos y les dio potestad de destruir y acabar con todo.
Honestamente es difícil leer este capítulo y no ser amonestada en la manera en cómo el pecado destruye nuestra comunión con Dios.
Al leer la Biblia somos animadas a obedecer y confiar, a seguir los caminos del Señor, a no postrarnos ante dioses paganos, a no rebelarnos en contra del Dios verdadero que ha obrado en el pasado y que nos habla y nos exhorta a través de Su Palabra.
Cada día Dios muestra Su misericordia y Su paciencia, no nos ha pagado conforme a nuestras iniquidades, se ha compadecido de nosotros, nos ha llamado al arrepentimiento y nos ha dado oportunidades para vivir vidas que le agraden, sin embargo, muchas veces en nuestra rebeldía hemos ignorado Su voz, Sus advertencias, Su llamado a la santidad.
Como Sus hijas, no tenemos que temer recibir un juicio tan duro como el que Judá experimentó, ya que Cristo ha recibido toda la ira de Dios en nuestro lugar. Pero esa no es excusa para pecar deliberadamente o ignorar Su Palabra, ya que contristamos al Espíritu Santo que vive dentro de nosotras, y el pecado nos impedirá orar, acercarnos a Su trono con confianza y sentiremos que la disciplina de nuestro Buen Padre se hará realidad en nuestras vidas, para que volvamos al camino que Él ha preparado para nosotras.
Si no eres creyente, te aseguro que esta descripción de dolor y sufrimiento no se puede comparar con la agonía que todo aquel que rechaza al Hijo de Dios, experimentará en el Infierno eterno debido al pecado.
Por lo tanto, hoy te invito a confesar tu pecado a Dios, a arrepentirte y pedirle que te muestre Su misericordia. Cree en el sacrificio de Jesucristo en tu lugar, Él pagó el precio que tu pecado merecía, vivió una vida perfecta en tu lugar y en el momento en el que te arrepientes y le confiesas como el Señor y Salvador de tu vida, Su vida perfecta es imputada a tu favor, es decir, Dios te ve como si tú la hubieras vivido.
Corre a Cristo, hoy puede ser el día de salvación.
Padre, gracias porque eres lento para la ira y grande en misericordia, gracias por la Palabra que nos muestra lo que necesitamos cambiar en nuestras vidas para vivir de manera que te demos gloria a ti. Ayúdanos a arrepentirnos por nuestro pecado y a obedecer Tu voz cada día.
Líbranos de seguir el consejo de los malos y de desviar nuestros pasos del camino de la fe, la esperanza y el amor. Guarda nuestros corazones y permite que podamos caminar obedientemente en fe y obediencia a Tu Palabra.
En el nombre de Jesús. Amén.
En el amor de Cristo,
Mónica Carvajal