Somos la iglesia…Somos la novia de Cristo
5ta parte: Jesucristo anhela una novia santa
«Como hijos obedientes, no se conformen a los deseos que antes tenían en su ignorancia,sino que, así como Aquel que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir. Porque escrito está: “Sean santos, porque Yo soy santo”» (1 P 1:14-16).
Ser santo quiere decir que hemos sido separados para Dios. Hemos sido puestos aparte por Él y para Él.
Cuando Dios escogió al pueblo de Israel, lo llamó para ser un pueblo especial, diferente, escogido, un pueblo que le pertenece de una manera distinta.
La iglesia, también, ha sido llamada a ser diferente, a ser luz y sal en medio del lugar donde se encuentra. Hemos sido llamados a ser separados para ser usados por Dios. Hemos sido llamados a ser la esposa de Cristo.
El Padre quiere darle a su Hijo una esposa que pueda ser bienvenida en la mansión celestial, y para ello esa esposa necesita ser santa.
Querida hermana, Dios no nos llama a ser perfectas, pero nos llama a ser distintas. El deseo de Dios es nuestra santificación, nuestra semejanza a Su Hijo. Dios es santo, ese es uno de Sus atributos más maravillosos, no hay pecado en Él, no hay deficiencia en Él, no hay oscuridad o ninguna pizca de maldad en Él.
Todo lo que Dios hace, Su amor, Su justicia, Su misericordia, Su perdón, Su gracia, todos Sus atributos están en perfecta armonía con Su santidad. Si Él no fuera santo podría ser un juez injusto. Es por eso que debido a Su santidad, Él no puede aceptar que personas no santificadas, no lavadas con la sangre del Cordero Perfecto puedan entrar a su lugar santo. Porque allí, en ese lugar no puede haber nada de pecado, no podemos entrar con una pizca de orgullo, con una pizca de engaño, con una pizca de envidia. No podemos entrar a la presencia de Dios con algo que no es compatible con Su santidad.
Esa es la razón por la que Cristo nos ha comprado, nos ha redimido para hacernos santas. Y es la razón por la cual Jesucristo oró por nuestra santificación (Juan 17:19), ya que como dice Hebreos 12:14 «busquen… la santidad, sin la cual nadie verá al Señor».
Esa santidad debe motivarnos en nuestra vida diaria a amar lo que Dios ama, a imitar el carácter de Cristo, a ser más como Él.
Si eres parte de la novia de Cristo, si has sido salva, Dios desea que compartas ese deseo santo.
Un pensamiento final
Te quiero invitar a que evalúes tu vida y tu testimonio a la luz de la Palabra de Dios, para ver si estás reflejando el carácter de Cristo y para saber si te estás preparando para ese glorioso día en el cual un matrimonio celestial se llevará a cabo, y en donde el esposo estará deseoso de ver a Su Novia vestida de lino fino, blanco y resplandeciente.
Así que recuerda que eres parte de esa novia y pregúntate:
¿Amo al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo?
¿Estoy imitando a Jesucristo en mi vida diaria? ¿Me parezco al novio? ¿Está la persona de Cristo reflejada en mi vida? ¿Busco la santidad cada día?
¿Están mis pensamientos y decisiones moldeados por una cosmovisión bíblica? En otras palabras, ¿tengo la mente de Cristo y actúo conforme a Su Palabra?
Querida hermana, como puedes ver, el propósito de nuestra salvación es hacernos cada día más como Cristo. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, trabajan de la mano para ayudarnos a tener esa semejanza a Cristo. Romanos 8:29 dice: «Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos».
Nuestra relación con Cristo es una relación donde Él es el primogénito, y nosotros nos convertimos en sus hermanos porque el Padre nos ha adoptado a través de Jesucristo para formar parte de Su familia. Pero también es una relación donde el Padre nos escogió antes de la fundación del mundo para darnos como un regalo a Su Hijo en la forma de una esposa. Somos hijos de Dios, y Él anhela que nosotros podamos honrarle, alabarle y vivir con Él por toda la eternidad en esa mansión celestial.
Sin embargo, anhela también que mientras estamos como peregrinos en esta tierra podamos ser luz y sal, podamos ser santos, podamos impregnarnos de la mente de Cristo y podamos vivir una vida que le agrade.
Estamos en un proceso de santificación donde Dios cada día nos moldea y nos hace diferentes para Su gloria, para nuestro bien y para que podamos sin lugar a dudas entrar delante de Su presencia un día para vivir con Él por toda la eternidad.
Así que mi invitación en esta hora es a que hagas una oración y le pidas a Dios que te ayude a ser fiel, a ser obediente, a amarlo, a imitarlo, a tener Su mente, a vivir en santidad y que puedas tener una vida que le agrade a Dios. No te desanimes, no siempre es fácil, pero estamos en el proceso y Él ha prometido ayudarnos y estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, y proveer todo lo que necesitamos, porque «el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Fil 1:6).
Recuerda que al amar, imitar, vivir, pensar y ser santa como Cristo le das gloria a Dios.
Si esta serie ha sido de bendición para tu vida te invito a compartirla con tus amigas y hermanas.
Sirviendo para Su gloria
Mónica Carvajal
@monicacarvajalconsejeria