A eso vino Jesús
Y Majestad
Se humilló viniendo
A la tierra habitar.
Los ángeles sorprendidos
En el cielo
No lograban encontrar,
La razón, para que de su trono,
El Rey de la eternidad
Se despidiera por un tiempo
Para al hombre alcanzar.
El Hijo se preparaba
Para su humanidad reflejar,
Al nacer en un pesebre,
Se disponía a morar
Entre los hombres pecadores
Que le habrían de asesinar.
Él sin embargo no lo dudaba
Porque su corazón
Anhelaba el momento
En el cual,
Los pecados de los hombres
Se pudieran perdonar.
Siendo Dios, Él se hizo hombre
Para poder en sí cargar
El pecado que al hombre
Le habría de condenar,
Junto al diablo, en el infierno,
Al no poder cumplir la ley
En su totalidad.
La razón fue muy sencilla,
El Hijo sabía que
Ningún hombre podría encontrar
El camino de regreso al Padre
Para en su presencia habitar
Y su perdón encontrar.
Como amaba tanto al hombre
Y quería en su vida gobernar
Al nacer Él regalaba
Una nueva oportunidad.
Sanó cojos, ciegos vieron,
Libró presos del terror,
Perdonó a los pecadores
Y buscó ovejas que perdidas
Divagaban sin pastor.
Encontró la muerte un día,
Cuando Judas lo entregó,
Y así, la profecía,
En su vida se cumplió.
Sufrió mucho,
Lo negaron quienes comían con Él,
Pisoteado y humillado
Lo llevaron a la cruz.
Y en su muerte Él sabía
Que la cruz daba perdón
Para todo el que confiará en Él
Llegaba la salvación.
Jesucristo se hizo hombre siendo Dios,
Vivió un tiempo entre nosotros
Para hablarnos del amor,
Y al morir, nuestros pecados,
En la cruz Él los cargó
Con su Gracia Él allí nos dio el perdón.
Resucitó a los tres días,
Y con ello nos mostró,
Que la muerte y la vida,
Están bajo su control.
Que así como Él un día
A cientos apareció,
A quienes creen y le aceptan
En su vida como su Señor y Salvador
Les promete
Vida eterna, resucitar
Y vivir siempre al lado suyo
En el trono del amor.
Mónica Carvajal C. © 2008