¿Amamos al mundo o amamos a Dios?
Si hubo alguien que amó más las cosas del mundo que a Dios, fue Esaú. La conocida historia del día cuando despreció la primogenitura se encuentra en la Palabra de Dios con un propósito.
La mentalidad de Esaú estaba enfocada en el aquí y el ahora. Sus deseos y pasiones se encontraban en las cosas del mundo, más que en las cosas de Dios.
Esaú menospreció lo más valioso que podía recibir como primogénito. Esta escena deja en evidencia el carácter de Esaú, ya que demuestra que, aunque él desconocía los propósitos de Dios, tuvo en poca estima semejante beneficio y decidió cambiarlo por un plato de guiso rojo preparado por su hermano. No solo porque tenía hambre, sino porque pensaba que igual se moriría algún día y entonces de qué le serviría la primogenitura.
Aunque pensaba en la muerte, su enfoque no estaba en la eternidad, sino en la mortalidad. Es decir, Esaú, quería disfrutar de las cosas de este mundo, algo así como: «comamos y bebamos que mañana moriremos”. Podríamos decir que su pensamiento fue algo así como: “come Esaú y vende la primogenitura que mañana morirás».
Esaú vivía con la mentalidad conocida como YOLO (You only live once= Solo vives una vez).
¿Cuántas veces nosotras no vivimos de la misma manera, disfrutando y pensando solo en términos del aquí y el ahora? ¿Cuántas veces no hemos desperdiciado las cosas que realmente importan, dándole valor a aquello que es pasajero y deja un vacío en nuestras vidas?
En ese sentido, me encanta lo que el apóstol Juan nos dice: «no amen al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos, y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. El mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2:15-17).
Juan nos exhorta a no amar al mundo, ni las cosas que hay en él. Nos recuerda que el que ama todo lo que el mundo tiene para ofrecer desde una cosmovisión completamente apartada de la Palabra de Dios, es enemigo de Dios.
Juan nos dice que todo lo que hay en el mundo y que nos lleva a anhelar satisfacer nuestras pasiones carnales, y deseos egoístas nos aleja de vivir para Dios y para la eternidad.
El enfoque de nuestras vidas no puede ser el aquí y el ahora y tener y conseguir todo lo que el mundo ofrece disfrazado de algo delicioso y apetecible.
Nuestra mente debe estar en las cosas de arriba y en la gloria de Dios. Nuestros pensamientos deben estar moldeados por la Palabra de Dios y no por la opinión o los estándares del mundo en el que vivimos.
Seamos conscientes cada día de que todo lo que nos rodea nos invita a vivir como Esaú, vidas vacías y sin sabiduría, tentándonos a disfrutar y satisfacer nuestra vida de este lado de la eternidad.
Por eso, busquemos ser intencionales en oponernos a todo lo que nos haga viajar en la dirección contraria a la voluntad de Dios para nuestras vidas. Tomemos seriamente la exhortación del apóstol Juan y recordemos que «el mundo pasa y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (1 Jn 2:17).
Padre, te damos gracias por Tu Palabra que nos exhorta a buscar las cosas de arriba y a amarte a ti en lugar de al mundo en el que vivimos. Ayúdanos a buscar nuestra satisfacción en Ti y en agradarte a Ti, no a las personas que nos rodean o incluso a nuestros propios corazones engañados por todo lo que el mundo ofrece.
Permítenos vivir de tal manera que tengamos siempre la eternidad en mente. En el nombre de Jesús. Amén
Dios las bendiga
Sirviendo para Su gloria,
Mónica Carvajal