¿Cómo aplicar para un trasplante de Corazón?
Por: Mónica Carvajal
Algunas veces no sabemos que tenemos una enfermedad del corazón. Hay quienes tienen una historia familiar de enfermedades del corazón y por lo tanto están pendientes de cualquier síntoma que pueda indicar que algo no está funcionando como debería. Otras personas mueren de repente debido a un ataque cardíaco, sin aviso, sin solución, ya que, sin saberlo, su corazón no estaba trabajando como debería.
¿Necesitas un trasplante de corazón?
Hoy quiero invitarte a examinar tu corazón para saber si necesitas uno nuevo. De pronto te encuentras cansada de ser la misma persona, estas agotada de fingir que todo esta bien, que tienes la vida bajo control, que has conseguido todo lo que deseabas. Puede que anheles el día en el que al despertar en la mañana tu vida sea diferente y tenga sentido todo lo que haces.
O tal vez sabes que algo no está bien porque has vivido siendo una persona egoísta, ingrata, malhumorada, infeliz, etc. Y aunque has querido cambiar no ha sido posible. Los esfuerzos siempre se quedan cortos y la frustración cada vez se hace mayor, generando un espiral descendente que continúa aumentando el vacío, la soledad y la miseria.
¡¡¡Si es así, ánimo!!! tengo buenas noticias en este día para ti. Hay un corazón nuevo esperando para ocupar el lugar del corazón que tienes actualmente. No hay lista de espera, no hay que pagar para recibirlo, ni esperar para ver si es compatible o no con tu organismo.
La familia del donante está más que dispuesta a darte el corazón, y no solo eso, sino que además está anhelando que compartas con otras personas a tu alrededor la bendición que te ha sido dada para que ellas puedan beneficiarse y recibir un nuevo corazón.
¿No te parece maravilloso? Este trasplante de corazón tiene la solución para todos tus pesares, dolores y enfermedades, sobre todo para uno que ha causado todo ese dolor y sufrimiento: El pecado.
El examen para determinar tu condición
La palabra de Dios hace referencia al corazón como el lugar donde viven nuestros deseos, emociones y pasiones. Aunque en la cultura popular se invita a seguir nuestro corazón y a obedecerle, la Biblia nos exhorta a hacer exactamente lo contrario.
En Jeremías 17:9-10 leemos “engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras”.
Prueba de este escudriñar por parte de Dios, reveló la maldad de la generación existente durante la época de Noe. Génesis 6:5 dice “y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal.”
¿Lo ves? Desde el principio el corazón del hombre se encuentra enfermo, haciendo lo que le apetece, sin tener en cuenta a Dios. Como resultado de esta observación por parte de Dios, vemos en Génesis 7 la historia del Diluvio Universal, ese momento cuando Dios en Su justicia destruye todo lo que existe, a excepción de Noe y su familia y una pareja de cada especie animal conocida.
¿Pero, por qué Dios lo hizo? La respuesta la encontramos en Romanos 6:23 “porque la paga del pecado es muerte” y el pecado de entonces, así como el de ahora, merece el mismo castigo: la muerte.
Levítico 17:11 declara que la vida de una persona se encuentra en la sangre, mientras Proverbios 4:23 nos exhorta a guardar nuestro corazón; Porque de él mana la vida.
¿Ves la conexión? La vida está en el corazón, porque el corazón permite que la sangre circule y nutra a todo nuestro organismo. El corazón no actúa solo, no puede mal funcionar sin afectar otras áreas de nuestras vidas.
Al pecado entrar en el mundo, en el momento de la caída de Adán y Eva, y por ende en el momento en el que hemos sido concebidos en el vientre de nuestras madres (Salmo 51:5), el pecado ya está haciendo estragos en nuestras vidas.
Como consecuencia del pecado nos enfermamos, sufrimos, las relaciones no funcionan, nos hieren y herimos, somos egoístas, buscamos lo nuestro, nos falta el amor,… morimos. Estoy segura de que puedes añadir más a esta lista.
Dios en Su infinita sabiduría y misericordia, diseñó un sistema por medio del cual el hombre pecador y el Dios santo podrían volver a recuperar la relación rota debido al pecado.
Jesús: El último sacrificio por el pecado
El sistema sacrificial del Antiguo Testamento necesitaba sacrificios constantes y la presentación de ofrendas para obtener el favor de Dios y continuar en Su gracia. Uno de los profetas del Antiguo Testamento, Jeremías, predijo que habría un tiempo en el que Dios haría un nuevo pacto con la nación de Israel (Jeremías 31:31-34). Es aquí donde Dios esta anticipando la obra que Jesucristo llevaría a cabo en la cruz del Calvario unos siglos después.
En Mateo 26:28 y Marcos 14:24, Jesús mismo explica el significado de Su sangre al decir que esta sería derramada para el perdón de nuestros pecados y como el comienzo del nuevo pacto. Jesucristo pondría así fin al sistema sacrificial, ofreciéndose de una vez y para siempre (Hebreos 9:11-13).
“Él mismo cargó nuestros pecados sobre su cuerpo en la cruz, para que nosotros podamos estar muertos al pecado y vivir para lo que es recto (1 Pedro 2:24)”. Dios Padre también participo de esta obra ya que como dice 2 Corintios 5:19 “…Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados…)
Como puedes ver, Cristo es el Cordero de Dios que expía (purifica, lava, repara) nuestro pecado, limpia nuestros corazones y construye el puente que establece la comunión entre Dios y nosotros, por lo tanto, Cristo es el “donante” capaz de darnos el nuevo corazón que necesitamos para no morir.
De esta manera, el único trasplante de corazón que todos necesitamos, que nos puede garantizar vivir para siempre, es el trasplante operado en nuestro corazón por Dios mismo. El trasplante realizado por las manos del cirujano más experimentado, más capacitado y más fiable que puede haber: Dios. Cuando le entregamos nuestro corazón y dejamos que Él nos opere y nos cambie y nos dé uno nuevo, podemos estar seguros de que nunca más vamos a morir.
Cuando se hace un trasplante de corazón una persona debe ser declarada muerta cerebralmente para que alguien pueda recibir su corazón y vivir. Jesús murió en la cruz del Calvario hace 2000 años, pero no se quedó allí, a los tres días resucitó y promete que todo aquel que pone su confianza en Él y en Su sacrificio perfecto, aquel que confiesa su pecado y se arrepiente de corazón, puede nacer de nuevo (Jn 3:3). Nacer de nuevo, es decir, recibir un nuevo corazón.
Romanos 5:8 dice que “…Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
¡Jesús murió para que tú puedas vivir!
No podemos recibir un corazón que no late, o un corazón enfermo. Tiene que ser un corazón sano. ¿Qué mejor corazón que uno que busca la santidad y su semejanza a Cristo? ¿Un corazón dado por Dios y dispuesto a obedecerle? ¿Un corazón que se goza con lo que se goza Dios? ¿Un corazón agradecido? ¿Un corazón que bendice y edifica? ¿Un corazón que habla la verdad en amor? ¿Un corazón humilde?
Como puedes ver el donante capaz de darte un nuevo corazón, capaz de llevar adelante todas estas cosas en tu vida, está disponible siempre, ya que Su sacrificio realizado hace más de 2000 años alcanza para darle vida a todos aquellos que confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador.
La Biblia nos dice que Jesucristo no conoció pecado, que fue perfecto y santo y que dio Su vida voluntariamente para darte vida a ti y a todos aquellos que confiesen su pecado y acepten Su sacrificio perfecto en la cruz: Su muerte y Su resurrección. Jesucristo hizo todo eso porque te ama con amor eterno, porque quiere que puedas llegar a los brazos del padre y vivir para siempre.
Pero antes de que ese corazón pueda reemplazar el tuyo, necesitas reconocer, por medio de un examen, que tu corazón está enfermo y que tu condición es tan grave que no hay otro remedio. Puede que no estés tan mal a simple vista, que te sientas bien y pienses que el resultado del examen puede pertenecer a otra persona porque te sientes con energía y no presentas todas las características y sintomatologías de un paciente cardíaco que se encuentra al borde de la muerte.
Sin embargo, lamento informarte querida amiga, que esos resultados son tuyos, eres una enferma terminal y a menos de que aceptes que la única solución para tu enfermedad de corazón es la sangre preciosa de Cristo y Su muerte para que tu tengas vida, tu destino eterno será muy diferente al que quisieras.
Puede que digas que no eres tan pecadora como tu hermana, o como tu papá, o como tus amigos o el resto de tu familia, puede que pienses que tu moralidad y buenas obras te pueden ayudar a recuperarte y así tu corazón no va a empeorar. No es así. Todas esas cosas pueden hacer que te sientas bien contigo misma, que pienses que al final la situación en la que te encuentras no es tan mala y que al final como Dios es tan misericordioso y amoroso, Él va a abrir las puertas del cielo para ti.
Pero la Biblia dice que Dios es amor (1 Juan 4:16); justo (Deuteronomio 32:4); santo (Isaías 6:3), perfecto (Mateo 5:48); lleno de gracia (1 Pedro 1:3); y misericordia y mucho más. Por lo tanto, Él no puede tener por inocente al culpable (Números 14:18), no puede dejar que alguien que no ha recibido un nuevo corazón y ha nacido de nuevo (Juan 3) y haya sido rescatado por la preciosa sangre de Cristo, pueda vivir eternamente con Él.
Dios no quiere pecadores en el cielo. No se aceptan enfermos cardíacos en el cielo. Se aceptan pecadores en las iglesias, porque Dios envió a Su Hijo a la tierra para morir en nuestro lugar, de esta manera todos los que han recibido la nueva vida en Cristo conforman Su iglesia. Y es en la iglesia donde Dios nos moldea y nos ayuda a conocerle, a amar a otros, a servirle.
El momento esperado: El anhelado trasplante
Cuando nos encontramos con Cristo y confesamos que somos pecadores, nos arrepentimos y aceptamos Su sacrificio en nuestro lugar, Dios nos cambia el corazón. De tener un corazón de piedra pasamos a recibir un corazón de carne (Ezequiel 36:26).
De eso se trata la vida cristiana. Dios nos cambia el corazón, hace un trasplante. Nos quita el corazón de piedra y nos da un corazón de carne. Nos infunde Su aliento de vida, nos da un corazón que nunca va a morir (Juan 6:47). Nos hace nuevas criaturas. Las cosas viejas pasaron y todas son hechas nuevas (2 Corintios 5:17).
Dios Padre estableció que la vida de Cristo fuera imputada a favor de quienes confesaran a Su Hijo Jesucristo como Señor y Salvador, es decir, Su justicia perfecta, Su corazón perfecto, Su obediencia perfecta, Su vida perfecta pasa a ser nuestra en el momento de nuestro nuevo nacimiento, de nuestro trasplante de corazón.
Un pensamiento final
¿Cómo esta tu corazón? ¿Has dejado que la Palabra de Dios te examine y te ayude a ver tu propia condición y pecado? ¿Si supieras que tienes una enfermedad del corazón y que la única manera de vivir es solo si aceptas un trasplante de corazón, no aplicarías para uno?
Es mi oración que puedas recibir las noticias acerca de tu enfermedad cardíaca con humildad, que puedas reconocer que necesitas con urgencia ese trasplante de corazón, que permitas que la sangre de Cristo te limpie y que un nuevo corazón remplace el que tienes actualmente.
Tus deseos, tus motivaciones, tu amor, tu vida entera, todo, absolutamente todo va a cambiar en el momento en el que el Espíritu Santo venga a vivir dentro de ti. No esperes más, hoy es el día de salvación (2 Corintios 6:2), mañana puede ser muy tarde.
Si has recibido tu trasplante de corazón hace algún tiempo, recuerda que Dios te da Su Espíritu, se da Él mismo. Hermana, que sea evidente que tienes un nuevo corazón, un nuevo deseo, que el Espíritu vive dentro de ti. Que tus deseos sean agradables ante Sus ojos, que camines confiada al saber que, aunque te canses por los avatares de la vida, nada ni nadie te puede separar de Dios.
Agradezcamos cada día de vida que nos da, cada oportunidad de correr la carrera que tenemos por delante.
Dios te bendiga, te espero pronto.
Mónica