¿El Jesús del Antiguo Testamento y de los evangelios es el mismo Jesús del libro de Apocalipsis?
Cuando leemos los Evangelios vemos a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Leemos acerca de Sus milagros, de Su amor y misericordia. Lo vemos como el Hijo de Dios que vino a traer paz entre el hombre pecador y el Dios santo.
Los cuatro Evangelios nos muestran a Jesús en Su humillación. Lo vemos como el Siervo Sufriente, Aquel que no tuvo ni siquiera un lugar donde poner Su cabeza. Que fue despreciado por los hombres. Amado por unos, odiado por muchos.
Por medio de Su resurrección sabemos que Él venció a la muerte y al pecado. Ascendió al cielo y está sentado a la diestra del Padre.
Al llegar al libro de Apocalipsis, encontramos una revelación de Jesucristo en Su exaltación. Una imagen que presenta a Jesús como Sacerdote y Rey, como el Conquistador que tiene las llaves de la muerte y el Hades. Lo vemos vestido en todo Su esplendor, con una corona de oro sobre Su cabeza, un cinto de oro en el pecho. Una espada aguda de dos filos, que no cuelga de Su cintura, sino que sale directamente de Su boca.
¿Es acaso el Jesús del Antiguo Testamento y de los Evangelios el mismo Jesús del libro de Apocalipsis? Sí. Solo que, en este libro, muchas veces temido y mal entendido, vemos a Jesús actuando como el Rey soberano que es, como el Todopoderoso Señor y dueño de todo cuanto existe.
Jesucristo es presentado como Aquel que es y que era y ha de venir (Ap 1:4). Él mismo se presenta como el «“Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin”» (Ap 22:13). Cuando no había nada, Él ya existía; cuando todo desaparezca y cambie, Él seguirá existiendo. Jesús es eterno y es el Creador de todo cuanto existe. Jesús es Dios.
También vemos a Jesús como el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra (v.5). En otras palabras, vemos a Jesús en Su poder y autoridad.
Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama y nos libertóde nuestros pecados conSu sangre [… ] a Él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén. Él viene con las nubes, y todo ojo lo verá, aun los que lo traspasaron; y todas las tribusde la tierra harán lamentación por Él. Sí. Amén (Ap 1:5-7).
Me encanta esta porción del libro, sé que Jesús es un testigo fiel de lo que ha pasado en el pasado y de lo que va a ocurrir en el futuro. Sé que Él es quien merece la gloria y el dominio por los siglos (v.6). El Dios encarnado que un día vino discretamente a la tierra en la forma de un bebé indefenso, que crecía en sabiduría delante de Dios y de los hombres. Él es Dios mismo, la segunda persona de la Trinidad, que volverá, vendrá con las nubes y todo ojo lo verá, el Rey de reyes y Señor de señores que actuará a favor de Su pueblo, que gobernará con justicia y rectamente a las naciones.
Jesucristo volverá, y no será para habitar en un pequeño establo en Belén, ni para trabajar con madera o transmitir un mensaje de reconciliación por medio de Su muerte. Él vendrá de manera visible, de tal manera que todo ojo le verá y reconocerá que está airado y que ejercerá justicia sobre un mundo que ha desafiado Su Palabra, se ha opuesto a la Verdad y ha rechazado Su gracia.
Jesucristo vendrá a gobernar y se sentará en un trono visible en Jerusalén, como el descendiente de David (Ap 5:5, 22:16), el Rey que ejercitará Su juicio y Su dominio eternamente.
En este punto es imposible no pensar en la profecía de Daniel 7:13:14 «Seguí mirando en las visiones nocturnas, y en las nubes del cielo venía uno como un Hijo de Hombre, que se dirigió al Anciano de Días y fue presentado ante Él. Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su dominio es un dominio eterno que nunca pasará, y Su reino uno que no será destruido».
Tenemos la certeza de que Cristo volverá y pondrá en orden todas las cosas. Cambiará la oscuridad en luz. El mundo en el que vivimos donde la maldad y Satanás parecen estar imponiéndose, algún día, no muy lejano, y después de una gran tribulación, recibirá al Rey de reyes, Aquel que traerá justicia y hará nuevas todas las cosas.
Mientras tanto, antes de que todos los eventos proféticos se cumplan, y mientras estamos en esta tierra, tú y yo tenemos una misión que cumplir: necesitamos hablar de la esperanza que tenemos en Cristo, recordar a quienes nos rodean que la oferta de perdón y salvación está disponible para todo aquel que cree en Jesucristo mientras les recordamos que Él regresará con poder y gran gloria (Mt 24:30).
Por todo lo que ha hecho y lo que hará y por ser quien es, nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo es digno de recibir la gloria y la alabanza por los siglos de los siglos. Amén.
Sirviendo para Su gloria
Mónica Carvajal
Pd: Este escrito fue publicado originalmente en la página del ministerio Mujer que persevera. Usado con permiso.