En medio del sufrimiento… RECUERDA
«“Esto traigo a mi corazón, por esto tengo esperanza:Que las misericordias del Señor jamás terminan, pues nunca fallan Sus bondades;Son nuevas cada mañana; ¡Grande es Tu fidelidad! “El Señor es mi porción”, dice mi alma, “Por tanto en Él espero”» (Lam 3:21-24).
Esta vez el profeta describe el sufrimiento en primera persona. Él ha sido afligido debido al juicio de Dios. Su cuerpo ha sufrido, su espíritu está amargado y fatigado, anda en tinieblas, reconoce que Dios ha vuelto su mano contra él.
Como si todo esto fuera poco, es como si Dios se hubiera convertido en su enemigo ya que no escucha sus oraciones, y le ha hecho la vida tan miserable, que el profeta describe que se siente destrozado, sin paz, sin esperanza, y que aún ha olvidado la felicidad.
Al fin reconoce su mayor problema y dice: «“Se me acabaron las fuerzas, y mi esperanza que venía del Señor”» (18).
Mientras el profeta se enfoca en sus circunstancias y en su dolor, llega la tristeza que produce muerte, pero cuando recuerda el carácter de Dios y lo trae a su corazón, la esperanza vuelve a la vida de este hombre.
Jeremías nos da un ejemplo claro de cómo lidiar con el sufrimiento. Podemos exponer nuestro dolor, lamentar la situación, desahogarnos y expresar el sufrimiento que estamos experimentando, pero eso no va a ayudarnos a encontrar la paz y el gozo que nuestra alma anhela. Así que ¿cuál es la solución? Recordar.
Recordar las misericordias de Dios que nunca acaban (22), Su bondad, Su fidelidad, Su carácter, Sus atributos y que Jehová debe de ser nuestra porción, nuestro mayor bien, aquel que satisface nuestra alma en todo tiempo.
Necesitamos esperar en silencio delante de Dios, en sumisión a Su voluntad, y mientras lo hacemos Él va renovando nuestras fuerzas y nos va mostrando Su bondad (25-26).
Necesitamos recordar que el sufrimiento tiene fin de este lado de la eternidad. En medio de nuestro sufrimiento, digamos como Jeremías: «El Señor no rechaza para siempre, antes bien, si aflige, también se compadecerá según Su gran misericordia» (31-32).
Necesitamos recordar que Dios es soberano, «¿Quién es aquel que habla y así sucede, a menos que el Señor lo haya ordenado?¿No salen de la boca del Altísimo tanto el mal como el bien?» (37-38). Dios es soberano sobre todo lo que hay en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra. Todo lo que nos sucede pasa primero por sus manos y no puede llegar a nosotros a menos que Él lo permita.
Dios pone límite al mal que nos puede llegar. Dios pone límite a lo que el enemigo puede hacer en nuestras vidas. Dios pone límite al daño que otras personas pueden causarnos. Dios pone límite a nuestro sufrimiento.
Para los hijos de Dios en medio del sufrimiento hay esperanza, las circunstancias a nuestro alrededor pueden cambiar o no, pero hay esperanza de vida eterna. Para quienes no creen en Jesucristo como el señor y Salvador de sus vidas, hay esperanza porque aun hay tiempo para arrepentirse y recibir el perdón de sus pecados si confiesan a Jesucristo como su Salvador.
Siempre hay esperanza de este lado de la eternidad. Arrepiéntete si no los has hecho y corre a Cristo, en Él hay esperanza y vida eterna.
Padre, gracias porque nos muestras Tu misericordia al darnos vida para arrepentirnos de nuestro pecado. Gracias porque el sufrimiento y el dolor no tienen la última palabra en nuestras vidas, Tú nos has dado vida eterna y esperanza en Cristo.