La autoridad de Dios
Rechazar la Palabra de Dios y al Dios de la Palabra, nos puede hacer creer mentiras y vivir de acuerdo con la manera del mundo y no a la manera de Dios.
Cuando la sociedad rechaza la verdad absoluta, rechaza a Dios. Y una sociedad que ignora los lineamientos y la autoridad de quien lo ha creado todo y tiene por derecho intrínseco el establecer lo que es correcto de lo que es malo, busca su propia destrucción.
2 Timoteo 3:16-17 dice: «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra».
Como puedes ver, Dios nos ha dejado Su Palabra para guiarnos, mostrarnos Su voluntad, guardarnos, enseñarnos, protegernos, corregirnos y ayudarnos a discernir la verdad de la mentira. Como mujeres necesitamos conocer la Palabra de Dios, estudiarla, meditar en ella, creerla y obedecerla. ¿Sabes por qué? Porque Dios revela Su autoridad en ella. Él es la autoridad final y nosotras debemos someternos a lo que Él enseña en cada página de la Biblia.
Como creyentes, somos llamadas a ser diferentes al mundo que nos rodea. Nuestra ciudadanía no está en esta tierra, pertenecemos a otro mundo, somos hijas de Dios, y Su verdad debería ser como una lámpara que nos guía paso a paso en esta tierra con miras a nuestra morada eterna.
No es fácil vivir en medio de una sociedad como la descrita por el apóstol Pablo al joven Timoteo en este mismo pasaje de 2 de Timoteo. Nos muestra una sociedad donde las personas se caracterizan por ser «amadoras de sí mismas, avaras, jactanciosas, soberbias, blasfemas, desobedientes a los padres, ingratas, irreverentes, sin amor, […] aborrecedores de lo bueno, traidoras, impetuosas, envanecidas, amadoras de los placeres en vez de amadoras de Dios […]» (2 Ti 3:1-5).
«Personas que siempre están aprendiendo, pero nunca pueden llegar al pleno conocimiento de la verdad» (v.7) y «que se oponen a la verdad (v. 8)». «Hombres de mente depravada, reprobados en lo que respecta a la fe» (v. 9). ¿No te parece que estos son los tiempos que vivimos? El conocimiento abunda, la gente se capacita, estudia, tiene acceso a mucha información, pero realmente cada día se encuentra más lejos de la verdad. ¿Por qué? Porque ha rechazado a la fuente de la verdad, ha rechazado la autoridad de Dios y se ha puesto en el lugar de Dios.
La sociedad se ha creído la mentira de que no hay verdad absoluta, que cada persona es libre para hacer y creer lo que quiere, que cada uno pone sus normas y es su propia autoridad. Sin embargo, esa es la descripción de una persona que no ha sido regenerada ni conoce a Dios. Cuando nosotras imitamos o afirmamos sus comportamientos, ideas, opiniones o “verdades” como algo bueno, estamos fallando en reconocer y someternos a la autoridad de Dios.
En Efesios 4 el apóstol Pablo nos recuerda que tenemos una nueva vida en Cristo. Así que, como creyentes tenemos la mente de Cristo. Somos llamadas a crecer en nuestra semejanza a Él. Y eso mi querida amiga, implica que creemos, hablamos y vivimos la verdad, para no ser como «niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error» (Ef 4:14).
La exhortación de Pablo a los Efesios, la podemos hacer nuestra en el siglo XXI «que ustedes ya no anden así como andan también los gentiles, en la vanidad de su mente. Ellos tienen entenebrecido su entendimiento, están excluidos de la vida de Dios por causa de la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su corazón» (Ef 4:17-18).
Por lo tanto, cuidemos nuestras mentes, no creyendo todo lo que el mundo nos dice o lo que la sociedad nos intenta hacer creer que está bien. Seamos mujeres entendidas, sabias, conocedoras de la Palabra de Dios, para que cuando escuchemos lo que el mundo dice respecto a la maternidad, el matrimonio, la feminidad, la masculinidad, etc. Podamos evaluarlo a la luz de la Palabra de Dios para que «nadie (nos) haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo» (Col 2:8).
Estamos en una guerra constante, nuestras mentes, corazones, pensamientos y creencias están siendo atacados cada día por medio de las conversaciones que tenemos con otras personas, los medios de comunicación, las redes sociales, etc.
El enemigo, aquel que ama la mentira y aborrece la verdad, está haciendo todo lo posible por destruir nuestra fe, hacernos dudar de Dios y de Su verdad —tal cual como en Génesis 3 cuando engañó a Adán y Eva— su estrategia no ha cambiado.
Satanás puso en tela de juicio la autoridad de Dios, sin embargo, Cristo vino para demostrarnos que Él tiene toda autoridad en los cielos y en la tierra (Mt 28:18), por lo tanto, podemos vivir y enseñar a otros a guardar todo lo que la Palabra de Dios dice, sabiendo que Él está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28:20).
Vistámonos como creyentes maduras y preparadas para enfrentar las mentiras del mundo con valentía y coraje. Hagamos uso de la armadura de Dios que encontramos en Efesios 6, para poder mantenernos en pie y confiadas, bajo la autoridad de Aquel que lo ha creado todo y lo gobierna todo.
Sirviendo para Su gloria
Mónica
pd: este artículo fue publicado originalmente en la página de Mujer que persevera. Usado con permiso