Lucas
Lucas, el médico que acompañó a Pablo durante su ministerio, escribió este evangelio para presentar un recuento ordenado y completo de la vida de Jesús.
Comenzando con la promesa del nacimiento de Juan el Bautista, y de Jesús, Lucas nos presenta la misión, los viajes y el cumplimiento de múltiples profecías cumplidas por Jesús.
Nos invita a gozarnos con las Buenas Nuevas, los milagros y sanidades, las vidas cambiadas luego de encontrarse con Jesús, recordándonos que no hay vida que no pueda ser transformada cuando ha visto cara a cara al Salvador.
En este evangelio encontramos el conocido «Sermón del Monte», donde Jesús nos presenta las características de Su Reino, y nos ayuda a entender que, al creer en Él, entramos a formar parte de un grupo de personas que viven de manera diferente en esta tierra.
A través del evangelio, vemos el encuentro y el llamado de Jesús a personas de diferentes condiciones: ricos y pobres, prostitutas, personas que debido a su condición social o a su trabajo son excluidas por la sociedad, pero son bienvenidas por la gracia y la misericordia de Dios, a encontrar libertad y propósito en sus vidas, en un Reino que no es de este mundo.
Encontramos la oposición que las acciones y las palabras de Jesús provocaron en los líderes de la época.
Vemos un pequeño destello de la divinidad de Jesús, en el momento de la transfiguración.
Y, por medio de las parábolas de Jesús, somos desafiados a orar, perdonar, ayudar, confiar en Dios, ser generosos, etc., mientras nos recuerda que todos somos como el hijo pródigo, ya que hemos huido de casa y hemos malgastado nuestras vidas viviendo fuera de la voluntad de Dios, gastando en nuestros placeres y pecados. En la parábola del hijo pródigo, Jesús nos invita a regresar a casa, a reconocer nuestro pecado, y a arrepentirnos en humildad para poder disfrutar del perdón y del amor del Padre.
En este evangelio entendemos que no son las buenas obras las que nos salvan, y que, aunque ante el mundo seamos culpables, cuando ponemos nuestra confianza en Cristo, somos salvos (Lc 23:39-43). Como sucedió con ese malhechor crucificado al lado de Jesús, podemos recordar que hay esperanza incluso en nuestro peor momento.
Jesucristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, murió y resucitó para que nosotros podamos disfrutar en Su presencia eternamente.
Solo necesitamos arrepentirnos de nuestro pecado, reconocer que le necesitamos, aceptar el sacrificio perfecto que Él hizo en la cruz a nuestro favor, y disfrutar de Su perdón, gracia y misericordia.
Es mi oración que, al escuchar este evangelio, tu amor por Dios crezca y anheles conocer mejor a Jesucristo entregándote completamente en los brazos del Padre que está esperando darte la bienvenida a Su hogar.
Dios te bendiga
Con amor en Cristo
Mónica Carvajal