Si conoces a Jesús invita a otros a seguirlo
Juan el Bautista era un hombre humilde. Una persona que conocía su lugar en el plan de Dios. Él no era el Mesías, nunca quiso hacer creer a la gente que era más de lo que era. Se describe a sí mismo como una voz que clama en el desierto “enderezad el camino del Señor”.
Me encanta esta porción, porque en ella vemos que Jesús tenia una misión divina, era el Cordero de Dios, y esta palabra Cordero es muy significativa, ya que, hasta ese momento, todo Israel estaba familiarizado con el sistema sacrificial. La compra de animales perfectos y sin mancha para ser ofrecidos por el sacerdote para el perdón de los pecados, la ofrenda anual para la purificación de los pecados de toda la nación, la sangre derramada para la remisión de pecados, etc. Todo esto formaba parte del sistema sacrificial que encontramos en Levítico.
Jesús es el Cordero que Dios mismo provee para nuestra salvación. Su sangre fue derramada un día por nuestros pecados, todo aquel que cree en Él (v12) es hecho hijo de Dios. Jesús no podía ser un simple hombre o un pecador, ya que no podría haber sido el Cordero perfecto. Jesús tenia que ser sin pecado, por lo tanto, en esta parte es importante recordar que fue concebido milagrosamente por el Espíritu Santo y que es el Hijo de Dios. Jesús tuvo una madre humana, pero fue engendrado del Padre.
Juan el Bautista sabía que Jesús era el Cristo porque había recibido instrucciones directas de Dios para reconocerlo (33). ¿La señal? El espíritu Santo descendería sobre Él, y Él sería el que bautizaría con el Espíritu Santo (33b).
Los primeros discípulos
Imagino que en el momento en el que Juan vuelve a ver a Jesús y le reconoce una vez más como el Cordero de Dios, se gozó al ver que dos de sus discípulos le dejaron a él para seguir a Aquel de quien él había dado testimonio.
Estos dos discípulos, Andrés, y posiblemente Juan, el autor del evangelio, fueron sin dudar detrás del Maestro. Ellos querían escuchar y ver por ellos mismos, quién era este hombre del que Juan el Bautista estaba hablando con tanta convicción.
Andrés, fue un evangelista, había encontrado al Mesías, al Cristo, él no podía quedarse callado, necesitaba compartir la buena noticia con su hermano Simón, así que lo llevó a Jesús.
En ese encuentro de Simón con Jesús, no sólo su nombre seria cambiado, ya que este sería el comienzo de una transformación que impactaría toda su vida.
Como Juan, nosotras también debemos dar testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios. No hemos visto descender sobre Él al Espíritu Santo, pero hemos sido selladas por el Espíritu Santo debido a que hemos creído en Él para salvación, hemos disfrutado de Su perdón y hemos confiado en Su sacrificio perfecto como el Cordero de Dios que ha quitado nuestro pecado.
Debemos ser diligentes cuando escuchemos el evangelio, seguir a Jesús sin demora. Querer habitar en Su presencia, aprender de Él.
Si hay algo que todas nosotras debemos hacer en nuestra vida, cada día, es tratar de apuntar a otras personas a Cristo. Esa debe ser nuestra prioridad. Hemos conocido al Salvador que ha pagado por nuestros pecados, a la Luz del mundo, a la Verdad y a la Vida, no podemos quedarnos calladas y no compartir con quienes nos rodean esta gran noticia. Jesús es el Hijo de Dios, el Cordero de Dios y el dueño de nuestras vidas.
Padre te damos gracias por permitirnos entender que Jesucristo es el Mesías, el salvador de nuestras almas, quien vino a tender un puente de reconciliación entre nosotras y tú. Gracias por darnos el privilegio de compartir y dar testimonio de la transformación que Su presencia y Su obra ha hecho en nuestras vidas. Ayúdanos a compartir el evangelio durante esta semana y siempre. En el nombre de Jesús. Amén.
Sirviendo para Su gloria,
Mónica Carvajal