Somos la iglesia…Somos la novia de Cristo
2da parte: Jesucristo anhela una novia que lo imite
«“Pues si Yo, el Señor y el Maestro, les lavé los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan”» (Jn 13:14-15).
Jesucristo anhela que, como parte de Su iglesia, imitemos Su humildad, Su servicio, Su deseo de agradar al Padre y de hacer Su voluntad. Él no nos da una sugerencia, nos da una orden, nos exhorta a hacer lo mismo, a imitarle.
No dejes que el orgullo o el deseo de ser servido, se interponga en la obra que Dios te ha encomendado. Todos tenemos un llamado de Dios a servir.
Puede ser que tu trabajo sea en casa, cuidando de tu esposo e hijos, o incluso de algún padre enfermo, o tal vez que tengas un servicio visible dentro de la iglesia local. Allí donde Dios te ha puesto, intenta imitar la humildad del señor Jesús, «el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”» (Fil 2:6-8).
Sí, el llamado del cristiano, de la novia de Cristo, es el de ser capaz de sacrificar nuestra propia vida por otros. Es un llamado sublime y grande que solo una novia preparada que vive en comunión con el Padre y que está llena del Espíritu Santo podrá llevar adelante.
«Por tanto, puesto que Cristo ha padecido en la carne, ármense también ustedes con el mismo propósito, pues quien ha padecido en la carne ha terminado con el pecado,para vivir el tiempo que le queda en la carne, ya no para las pasiones humanas, sino para la voluntad de Dios» (1 P 4:1-2).
Cristo nos llama a imitar Su amor, Su obediencia, Su deseo de cumplir con la voluntad de Dios, Su compasión, Su humildad. Nos invita a imitar Su manera de orar, de adorar, de servir.
Desde el momento de su conversión el cristiano entra en un proceso de transformación para reflejar su semejanza a Cristo. Cada prueba, cada sufrimiento, cada circunstancia buena o mala en nuestras vidas está moldeando nuestro carácter para hacernos más como Él.
«Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos» (Ro 8:29).
Este llamado a imitarle es un llamado personal y colectivo. Personal, porque cada creyente tiene la necesidad de vivir bajo la sujeción del Espíritu Santo para poder crecer en su semejanza a Cristo. Y colectivo, porque cada iglesia local, y en su totalidad la iglesia universal, tiene la responsabilidad de vivir de una manera tal, en la sociedad donde se encuentre, que no quepa la menor duda ni para los que la rodean, ni para quienes la visitan, y mucho menos para quienes se congregan en ella, de que esa iglesia forma parte de la novia del Cordero y es un lugar donde se vive bajo sus estándares y se obedece Su Palabra.
Algunas formas prácticas de imitar a Jesús son:
- Amando: «Sobre todo, sean fervientes en su amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados» (1 P 4:8).
- Perdonando: «Sean más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándose unos a otros, así como también Dios los perdonó en Cristo» (Ef 4:32).
- Orando: «En esos días Jesús se fue al monte a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios» (Lc 6:12).
- Sirviendo en amor: «Porque Dios no es injusto como para olvidarse de la obra de ustedes y del amor que han mostrado hacia Su nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos» (He 6:10).
- Haciendo todo con amor: «Todas sus cosas sean hechas con amor» (1 Co 16:14).
- Vistiéndonos de Cristo: «Antes bien, vístanse del Señor Jesucristo, y no piensen en proveer para las lujurias de la carne» (Ro 13:14).
Para reflexionar
¿Hay alguna área de tu vida en la cual necesitas trabajar para imitar mejor a Cristo?
¿Crees que quienes te conocen pueden ver que eres parte de la novia de Cristo?
¿Es tu semejanza a Cristo tan evidente que las personas a tu alrededor controlan sus palabras y acciones porque saben que no le agradan a Dios?
¿Qué ve la gente en ti? ¿Te pareces al novio? ¿Ven a una persona que tiene carácter e integridad y que trata de vivir de acuerdo con lo que su prometido espera de ella?
¿Cómo ves que la iglesia local está cumpliendo con este deseo del Señor Jesús?
¿Qué puedes hacer tú para ayudar a tus hermanos en la fe a vivir imitando el ejemplo de Cristo, no solo de palabra sino también de hecho?
Así que una vez más el apóstol pablo nos exhorta «sean, pues, imitadores de Dios como hijos amados; y anden en amor, así como también Cristo les amó» (Ef 5:1-2ª).
Amar e imitar a Cristo no siempre es fácil. Hay momentos en los que cuesta lágrimas y dolor porque nuestro orgullo, nuestra condición humana, nuestro pecado, nuestra naturaleza caída se interpone entre lo que queremos ser y hacer y lo que somos y hacemos en algunos momentos. Sin embargo, querida hermana, permíteme animarte, ya que no hay nada imposible para Dios. Recuerda que no es en tus propias fuerzas, que Dios ve el corazón y conoce las intenciones que tenemos.
Te invito a que en esta hora hagas una oración y le pidas que te ayude a amarlo y a imitarlo aun cuando sea difícil, que le rindas tu vida y le entregues aquello que puede estar interfiriendo en tu relación con Él.
Eres una parte de la novia de Cristo, y como miembro de la iglesia universal tu testimonio es muy importante. Muéstrale a quienes te rodean a quien perteneces y deja que tu luz alumbre y atraiga a otros a amar a Cristo.
La próxima semana continuaremos meditando acerca de nuestra preparación como parte de la novia de Cristo, y veremos qué más anhela Jesucristo de su novia.
Imitemos a nuestro Salvador
Sirviendo para Su gloria
Mónica Carvajal