Somos la iglesia…Somos la novia de Cristo
3ra parte: Jesucristo anhela una novia que viva para Él
«Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión: que Uno murió por todos, y por consiguiente, todos murieron. Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para Aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Co 5:14-15).
1 Pedro 1:18-19 nos recuerda que hemos sido compradas con un precio muy costoso, la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, como creyentes, como parte de la iglesia le debemos a Él nuestra vida, ya que al morir en nuestro lugar nos rescató del reino de las tinieblas y nos trasladó al reino de la luz.
Hemos sido llamadas a ser siervas de Cristo. Nuestra vida está en Sus manos. Le pertenecemos y el deseo de nuestro corazón debe ser el de agradarle y honrarle.
Debemos depender de Él, someternos a Él y serle fieles. Cuando el Señor Jesucristo dice en Mateo 6:24 «“Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o apreciará a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas”». No se está refiriendo únicamente a Dios y al dinero. Se está refiriendo a que, si Jesucristo es el Salvador y Señor de nuestra vida, no podemos tener otro dueño, no podemos dejar que otras personas u otras cosas ocupen y traten de controlar nuestras vidas.
En Lucas 9:23 Jesús nos hace un llamado a vivir para Él, «“si alguien quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame”». En otras palabras nos está diciendo, muera a sí mismo, muera al mundo, a sus deseos pecaminosos y egoístas, a lo que el mundo define como éxito, muera a todo lo que no provenga de mí y no lo lleve a mí.
Jesucristo nos llama a sacrificar nuestra vida y a dejarla en Sus manos. A depender de Él, a sufrir por Él, a tomar nuestra cruz hasta el punto de morir a nosotras mismas y al mundo.
En los versículos 24-25 leemos «“porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa de Mí, ese la salvará. Pues, ¿de qué le sirve a un hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se destruye o se pierde?”».
Como puedes ver, Cristo nos invita a salvar nuestra vida al rendirnos a Él, nos recuerda que nuestras vidas no deberían enfocarse en las cosas que el mundo valora y considera imprescindibles como la reputación, el trabajo, los pasatiempos que disfrutamos, los deseos egoístas de nuestro corazón o los ídolos disfrazados de bondad a los que nos gustaría dedicarle nuestra vida. No. Como Sus hijas, estamos llamadas a vivir para alguien, para Cristo y a morir por Él.
Pero déjame decirte que tampoco se trata de no trabajar, de no tener pasatiempos, de no disfrutar de las personas o de las cosas que Dios nos ha dado, sino de tener todas esas cosas en un contexto correcto, en el lugar apropiado.
Se trata de poner a Dios en el primer lugar en nuestra vida y de dejar que cuando lo tengamos a Él en el trono que le corresponde, las otras cosas ocupen el lugar que les pertenece y las podamos valorar de la manera que Dios ha establecido.
Por lo tanto, no permitamos que esas cosas, personas, pasatiempos o trabajos que tenemos, se conviertan en ídolos que destruyan y quitan a Dios del lugar que le corresponde.
Así que hoy te pregunto ¿qué o quién está ocupando el lugar que le corresponde a Cristo en tu vida? ¿Hay algún ídolo en tu corazón que está tomando control de tus acciones, de tus pensamientos, de tus decisiones?
¿Estás segura de que tu voluntad y tu vida están rendidas completamente al dueño que te ha comprado con Su sangre? ¿Puedes decir como el apóstol Pablo «“pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia (Fil 1:21)?”».
Acompáñame mañana para ver que Jesucristo no solo anhela que vivas para Él, también quiere que pienses como Él.
Sirviendo para su gloria
Mónica Carvajal