By July 24, 2017 0 Comments Read More →

Responsabilidades y privilegios del nuevo ciudadano de los cielos

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Por: Mónica Carvajal

Al recibir la ciudadanía de los Estados Unidos se me comunicaron algunas responsabilidades que se espera cumpla como norteamericana, por ejemplo: Apoyar y defender la Constitución, mantenerme informada de los problemas que afectan a mi comunidad, respetar y obedecer las leyes, respetar los derechos, creencias y opiniones de los demás, pagar impuestos y defender al país cuando se presente la necesidad, entre otras.

Así que, esta semana trataré el tema de las responsabilidades y privilegios que recibimos cuando nos convertimos en ciudadanos del cielo, (si quieres leer el artículo anterior acerca de cómo recibir la ciudadanía celestial puedes leer aquí).

Al recibir la ciudadanía celestial, Dios espera que el creyente asuma ciertas responsabilidades y se comporte como una persona que ha recibido una nueva naturaleza, con la ayuda del Espíritu Santo que vive dentro de él. Efesios 4:21-24 lo pone de esta manera “si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”

¿Cuáles son algunas de las responsabilidades?

  1. Glorificar a Dios en nuestro cuerpo y en nuestro espíritu: Al haber sido comprados por la sangre de cristo, nuestro cuerpo se convierte en el templo del Espíritu Santo, por lo tanto, le pertenecemos a Dios y debemos hacer todo para Su gloria (1 Corintios 6:19-20; 1 Corintios 10:31; Romanos 12:1).

¿Cómo podemos glorificar a Dios con nuestros cuerpos? Manteniendo una pureza sexual (Efesios 5:3), no adulterando (Romanos 13:9), no fornicando (1 Corintios 6:18). Cuidando nuestra apariencia física, nuestra salud y comiendo sano (1 Corintios 10:31; 1 Timoteo 5:23); haciendo ejercicio (1 Timoteo 4:8); vistiéndonos de una manera digna y no provocativa (1Timoteo 2:9).

¿Cómo podemos glorificar a Dios con nuestro espíritu? Confesando nuestros pecados diariamente (1 Juan 1:9), perfeccionando la santidad en el temor de Dios (2 Corintios 7:1); despojándonos y limpiándonos de toda maldad (Efesios 4:22-24); siendo agradecidos (Colosenses 3:17); guardando Sus mandamientos, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios (Juan 15:8-10; Colosenses 1:10).

Renovando nuestro entendimiento (Romanos 12:2) al rechazar las falsas creencias que adquirimos en el mundo con la verdad de la Palabra de Dios (Juan 17:17); estudiando y meditando en Su Palabra (Josué 1:8); memorizando las Escrituras (Colosenses 3:16); asistiendo a una iglesia bíblica donde se exponga y predique la Palabra de Dios fielmente (2 Timoteo 2:15; Tito 1:9; Tito 2:1).

  1. Cuando una persona recibe la nacionalidad norteamericana, declara bajo juramento, que renuncia absolutamente y por completo a ser fiel a cualquier príncipe, potentado, estado o soberanía extranjera, de quien o del cual haya sido sujeto o ciudadano antes de esto.

De la misma manera, como ciudadanos de los cielos, declaramos que con la ayuda de Dios vamos a dejar de ser fieles y obedientes a nuestro antiguo padre, el diablo (Juan 8:44), y al reino de las tinieblas (Colosenses 1:13), y vamos a perseguir la santidad y a imitar a nuestro nuevo Rey, ya que Dios nos llama a ser santos porque Él es santo (1 Pedro 1:13-16). Este proceso se conoce como santificación progresiva y es responsabilidad del creyente buscar la santidad sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12:14).

¿Cómo podemos ser fieles a Dios?

Cuando recibimos a Cristo el Espíritu Santo viene a morar dentro de nosotros (Juan 14:17) y nos capacita para llevar fruto y participar de la naturaleza de Dios (Gálatas 5:22; 2 Pedro 1:4). Solo con Su ayuda podemos vivir una vida de obediencia y santidad que agrade a Dios al satisfacer Sus estándares y no los del mundo.

  1. Adicionalmente, el nuevo ciudadano de los Estados Unidos jura que apoyará y defenderá a la Constitución y las leyes de los Estados Unidos de América contra todo enemigo, extranjero y nacional.

Similarmente como ciudadanos del reino de los cielos, nos debemos comprometer a conocer y a obedecer la Palabra de Dios que es la autoridad suprema del creyente (Salmos 19:7-9; 2 Pedro 1:3).

¿Cómo obedecemos y defendemos la Palabra de Dios?

Necesitamos leer, creer, obedecer, compartir y vivir la Palabra de Dios para que nuestra vida sea un ejemplo de lo que significa ser un hijo de Dios y un ciudadano del reino de los cielos.

  1. Debemos ser luz y sal en esta tierra (Mateo 5:13-16), alumbrando a los hombres para que puedan conocer a Dios y ser atraídos hacia Él, de esta manera ayudaremos a quienes están bajo el reino de las tinieblas a conocer que hay un reino glorioso que los espera al creer en Jesús.

Uno de los beneficios de la sal es preservar la comida y darle un buen sabor; en términos espirituales, el creyente que vive conforme a los parámetros y principios del reino preserva la verdad en un mundo cada vez más corrompido por el pecado.

¿Cómo podemos ser luz y sal?

Amando a nuestros enemigos, haciendo el bien sin esperar nada a cambio (Lucas 6:35); estando en paz los unos con los otros (Marcos 9:50); sazonando nuestras palabras con gracia y sal, hablando la verdad en amor (Colosenses 4:6); no comprometiendo la Verdad de la Palabra de Dios y defendiendo con mansedumbre y reverencia la esperanza que tenemos en Cristo (1 Pedro 3:15).

  1. Somos llamados a trabajar en el reino como embajadores (2 Corintios 5:20). La función de un embajador es representar la posición de un país en un país extranjero. Como ciudadanos del reino celestial, debemos representar a nuestro Rey en esta tierra, y compartir Su mensaje y Su Palabra, ya que Dios nos ha confiado el mensaje más importante de todos: El evangelio (1 Tesalonicenses 2:4).

¿Cómo representamos a Cristo?

Compartiendo el Evangelio e invitando a los hombres a reconciliarse con Dios (2 Corintios 5:20); siendo ejemplo a los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (2 Timoteo 4:12); cuidando la doctrina (2 Timoteo 4:16).

Es indispensable que recordemos que no podremos cumplir ninguna de estas responsabilidades o demandas sin la ayuda de Dios, ya que separados de Cristo no podemos hacer nada (Juan 15:5), y que Él es el que produce en nosotros el querer como el hacer por Su buena voluntad (Filipenses 2:13).

No vamos a alcanzar la santidad completa mientras estamos en esta tierra, sin embargo, sí podemos buscarla y con la ayuda de Dios demostrar que somos nuevas criaturas que tratan de agradarle y darle gloria cada día.

¿Cuáles son algunos de los privilegios?

Los privilegios se pueden dividir en privilegios posicionales y en privilegios generales.

Los privilegios posicionales son aquellos que Dios nos concede una vez confesamos que Jesucristo es nuestro Salvador y Señor, según los encontramos en 1 Corintios 1:30 estos son: justificación, santificación y redención.

¿En qué consisten?

  1. Somos justificados: Dios nos declara justificados una vez hemos creído y nos hemos arrepentido de nuestros pecados en el momento del nuevo nacimiento (Romanos 5:18-19). Nuestros pecados han sido pagados por Cristo en la cruz, y su justicia perfecta ha sido atribuida a nuestro favor, de esta manera Dios nos ve en Cristo y nos declara justos (Romanos 3:21-26) permitiéndonos disfrutar de paz con Dios (Romanos 5:1).
  2. Somos santificados: Dios nos separa para Él, nos hace santos (1 Pedro 2:9; 1 Corintios 6:11).
  3. Somos redimidos: Cristo pagó el precio de nuestro rescate con Su sangre, ya que éramos esclavos al pecado y estábamos condenados a vivir una vida eterna separados de Dios (Colosenses 1:14). Por medio de Su sangre nuestros pecados han sido perdonados (Efesios 1:7) y hemos sido adoptados en la familia de Dios (Gálatas 4:5).

Los privilegios generales son aquellos que nos permiten vivir para la gloria de Dios y crecer en nuestra vida cristiana mientras estamos en esta tierra. Algunos de estos privilegios son:

  1. Cercanía a Dios que sacia nuestras más profundas necesidades y produce paz (1 Pedro 2:9-10; Juan 6:35; Mateo 11:28). Podemos acercarnos al trono de Dios mediante la oración (Mateo 6:9-13). El Espíritu Santo vive dentro de nosotros e intercede por nosotros (Juan 14:17; Romanos 8:26).
  2. Tenemos la vida de Cristo en nosotros (2 Pedro 1:4; Gálatas 2:20) somos nuevas criaturas (2 Corintios 5:17) y todo lo podemos hacer en Cristo que nos fortalece (Filipenses 4:13). Recibimos vida eterna y salvación segura (Juan 10:27-29; Juan 17:3) y trabajamos por los tesoros eternos que nunca se acaban (Mateo 6:19-20).
  3. Gracia que nos sostiene y nos ayuda a vencer el pecado y a soportar el sufrimiento (2 Pedro 1:2; 2 Corintios 2:8-9) al acercarnos al trono de Dios recibimos la gracia que necesitamos para nuestros tiempos de necesidad (Hebreos 4:16).
  4. Aunque nuestro cuerpo se deteriora, nuestro hombre interior se va renovando de día en día (2 Corintios 4:16).
  5. El sufrimiento tiene sentido, al recordarnos que “la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza” (Romanos 5:3-4; Romanos 8:18,28-29). En medio de nuestro dolor podemos presentar nuestras peticiones delante de Dios y tendremos la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:6-7; Juan 14:27-28).
  6. El Espíritu Santo vive dentro de nosotros e intercede por nosotros (Juan 14:17; Romanos 8:26). Aunque no siempre demostraremos el fruto del Espíritu Santo que es “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza…” (Gálatas 5:22-23) sabemos con certeza que Él está trabajando en nuestros corazones y produciendo poco a poco ese fruto cuando andamos en el Espíritu, y no satisfacemos los deseos de la carne (Gálatas 5:16). De esta manera el que comenzó en nosotros la buena obra la terminará (Filipenses 1:6) y el propósito de nuestra salvación que es hacernos cada día más semejantes a Cristo (Romanos 8:29) se llevará a cabo.
  7. En la hora de la muerte saber con certeza que Jesús mismo ha preparado un lugar en el cielo para nosotros (Juan 14:2), que vamos a recibir nuestros cuerpos de resurrección (Filipenses 3:20-21; 1 Corintios 15) y enjugará Dios toda lágrima de nuestros ojos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor (Apocalipsis 21:4).
  8. Y finalmente, aunque no recibimos la ciudadanía celestial por casarnos con alguien, sí disfrutaremos de esta unión tan especial en un futuro, al casarnos con Aquel que nos dio el privilegio de ser ciudadanos del reino de los cielos, en lo que se conoce como las Bodas del cordero (Apocalipsis 19).

¿Cómo identificamos a otros ciudadanos de los cielos?

Identificamos a otros ciudadanos del reino porque tienen un distintivo único: procuran crecer en su semejanza a Cristo.

¿Cómo lo hacen?

Disfrutan la comunión con Dios y con Su pueblo (1 Juan 1:3,7)

Caminan en luz (1 Juan 1:7)

Reconocen y confiesan su pecado (1 Juan 1:8)

Son obedientes a la Palabra de Dios (1 Juan 2:3-5)

Aman a Dios y las cosas de arriba más que al mundo y las cosas de abajo (1 Juan 2:15)

Buscan hacer lo que es correcto (1 Juan 2:29)

Buscan mantener una vida pura (1 Juan 3:3)

Entienden que aunque pecan, el pecado no reina en sus vidas, es decir, reconocen que la gracia no es una licencia para pecar (1 Juan 3:5-6)

Se aman entre ellos (1 Juan 3:14)

Viven lo que predican (1 Juan 3:18-19)

Tienen una conciencia limpia (1 Juan 3:21).

¿Cómo podemos dar prueba de nuestra nueva ciudadanía?

Aunque recibimos la nueva ciudadanía únicamente por la fe, es necesario que recordemos que nuestras obras revelan la veracidad de nuestra fe (Santiago 2:14-17; Mateo 7:20).

Todo ciudadano del reino de los cielos es exhortado a examinarse para saber si está en la fe (2 Corintios 13:5).

Es mi oración que puedas con la ayuda de Dios obedecer la Palabra de Dios con gozo y que el Dios de esperanza te llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundes en esperanza por el poder del Espíritu Santo (Romanos 15:13).

Hasta pronto

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