By March 22, 2023 Read More →

Jesús satisface al alma hambrienta

Foto de Franzi Meyer en Unsplash

«Jesús les dijo: “Yo soy el pan de la vida; el que viene a Mí no tendrá hambre, y el que cree en Mí nunca tendrá sed”» (Jn 6:35).

Jesús había alimentado a 5000 hombres, mujeres y niños y después de ese milagro, estas personas llegaron a Capernaum para buscarle. Ellos querían más pan. Querían saciar su hambre física, querían mas milagros.

Así que Jesús les dice que en lugar de estar buscando satisfacer sus necesidades físicas, se preocuparan más por las eternas.

El pueblo responde con una pregunta ¿qué haremos para poner en práctica las obras de Dios? No habían entendido que no eran obras, que no había nada que pudieran hacer para ganarse la vida eterna. No era lo que ellos hicieran, era lo que Cristo haría.

Lo único que Dios pedía de ellos era fe, fe en Su Hijo Jesús, fe en el enviado de Dios. Pero ellos querían mas señales. Como si todo lo que hubieran visto hasta ahora no hubiera sido suficiente para creer. Pero así es el corazón humano, un corazón que duda y se resiste a la evidencia.

Ellos querían un pan tangible que pudieran comer y les saciara al instante. Jesús, más interesado en sus almas, no les da otra señal, los lleva a un nivel más profundo, aprovecha la oportunidad para compartir una realidad simbólica y espiritual acerca de Él.

El pueblo había escuchado acerca de la provisión de Dios en el desierto, al enviar maná del cielo, el pueblo sabía que Dios podría abrir fácilmente los cielos y enviar nuevamente el maná. Si Jesús era verdaderamente el Hijo de Dios, Él podría hacer un milagro semejante y así ellos podrían tener la señal anhelada y creer.

Pero con Dios las cosas no funcionan así. Jesús no abriría los cielos para derramar maná, tampoco haría milagros como la multiplicación de los panes y los peces todos los días para satisfacer el cuerpo y la duda de sus oyentes.

No. El milagro del pan no había sido un evento aislado en el ministerio de Jesús ya que éste había sentado el precedente para poder hacer una de sus declaraciones acerca de Su identidad y de Su propósito al venir a la Tierra. En este evangelio tenemos los 7 “Yo Soy” de Jesús. Así que en esta oportunidad y usando el simbolismo del pan, Él declararía en varias oportunidades que ÉL es el Pan de Vida, el pan bendito, el pan enviado por Dios.

Jesús les dice varias veces que Él es la señal, el milagro, el pan, la provisión que necesitan. Si vienen a Él y creen en ÉL nunca más volverán a tener hambre ni sed.

Jesús satisface al alma hambrienta y sedienta de aquel que vive en un desierto espiritual, sufriendo debido al pecado y a su separación de Dios, la fuente de vida.

En este capítulo de Juan vemos que Jesús vino al mundo para hacer la voluntad de Su Padre (v38-39), de la misma manera nosotras debemos hacer la voluntad de Dios en nuestras vidas, y solo la conocemos si escudriñamos Su Palabra.

¿Cuál es la voluntad del Padre? La salvación de los hombres, que todo aquel que cree en Su Hijo tenga vida eterna y resucite en el día postrero.

Sin embargo, nuevamente los judíos que vivían en el campo físico, no podían entender la realidad espiritual que Jesús les estaba enseñando. Ellos solo veían la genealogía física de Jesús, ellos no entendían porque no habían comprendido la señal dada por Dios mismo, que “una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel” (Is 7:14).

Para ellos, Jesús era el hijo de José y María, no de Dios.

Si no entendían la profecía, y no la tenían en cuenta, era imposible que creyeran en el mensaje de Jesús.

Era necesario que ellos entendieran el mensaje de los profetas concerniente a Su persona, de esta manera serían enseñados por Dios mediante las Escrituras (44-45) y podrían creer.

De la misma manera, hoy Jesús te dice a ti, 2000 años más tarde «”Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”» (Jn 6:35).

Hoy puede ser el día en el que tu hambre sea saciada y tu vida transformada completamente al creer en Jesús, Él dio Su vida pagando el precio que tu pecado merecía para darte vida eterna, perdón de pecados y salvación.

Oro por ti.

Sirviendo para Su gloria,

Mónica Carvajal

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