By May 19, 2020 0 Comments Read More →

La fragilidad de la vida, la eternidad y la búsqueda de la sabiduría

 

 

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Por: Mónica Carvajal

 

Te quiero contar algo: Todo hombre sea creyente en el Dios de la Biblia o no tiene el deseo de vivir para siempre. Nunca vas a escuchar a alguien decir que quiere que esta vida se acabe y ya no haya nada más. No. Todos esperamos que al otro lado del lumbral de la vida que tenemos en esta tierra algo continúe y sea para bien, y sea para mejor.

Cuando alguien fallece pensamos en esa persona y pensamos en su vida y de pronto en el sufrimiento que tuvo que experimentar en esta tierra. Enfermedades, divorcios, viudez, pérdida económica, etc. y decimos muchas veces, “ahora está en una mejor vida”, “ahora está en la eternidad”, “ya dejo de sufrir”.

La realidad querido oyente, es que para algunas personas eso puede ser verdad, para otras no. Yo No quiero desinflar el globo de la fantasía y de la ilusión que de pronto algunas personas tienen de que eso sea realidad para sus seres queridos o incluso para sus propias vidas cuando llegue el momento.

Pero lo que es cierto es que la Biblia es muy clara en hablar acerca de que hay solamente una oportunidad para poder entrar al cielo, para poder disfrutar de esa paz eterna y de esa vida eterna. Y esa vida, dice la Palabra de Dios está en Jesús.

Jesucristo es el camino que nos lleva a la morada eterna. Jesucristo es la puerta que nos permite entrar al cielo. Jesucristo es el buen pastor que nos lleva a la presencia de Dios, para permitirnos formar parte de la familia de Dios.

Solo Jesucristo es la vida, solo Jesucristo es el camino y solo Jesucristo es la verdad.

Y yo te quiero decir que, si no estás en Cristo, si tú no has conocido a Jesús como tu salvador, si tú no has aceptado ese sacrificio que Él hizo en la cruz del Calvario, tú no estás en el camino al cielo.

Puede que tú pienses a tu manera que así es. Pero la Palabra de Dios habla acerca de la vida eterna como un regalo que nosotros recibimos a través de Cristo Jesús, nuestro Señor, como leemos en Romanos 6:23. Debido a la muerte como consecuencia por nuestro pecado, solo podemos tener vida eterna mediante Jesucristo, mediante su sacrificio y su resurrección. Él venció a la muerte y al pecado para que tú puedas entrar delante de la presencia de Dios.

En Juan 11:25 leemos que Jesús es la resurrección y la vida, y que nadie viene al Padre sino a través de Él. No es a través de otras personas, o de los santos o de la virgen. Es solo a través de Jesucristo.

Pero yo te quiero invitar a que pienses en qué significa la palabra eternidad, la palabra eterno. Algo eterno es algo que es perpetuo, algo que nunca termina, algo que no tiene fin, algo que dura por siempre y para siempre.

Decimos que Dios es eterno porque Dios no tiene principio y Dios no tiene final.

Pero tú y yo querido oyente tenemos un principio y tenemos un final en esta tierra. Tenemos un día en el que nacemos y un día en el que morimos.

Pero la Palabra de Dios dice que Dios ha puesto eternidad en nuestro corazón, de manera que nosotros tenemos esa eternidad que ha sido puesta por Dios en nosotros, como Eclesiastés 3:11 dice. Es innato a la humanidad. No tenemos una eternidad pasada, pero tendremos una eternidad futura. Cuando nuestro cuerpo y nuestro espíritu se separen en el momento de la muerte, nuestro cuerpo va a volver a ser polvo, pues polvo somos y al polvo volveremos. Pero nuestro espíritu vivirá para siempre

Y la pregunta es ¿en dónde tú pasaras la eternidad? ¿Hacia dónde estás caminando? ¿Es hacia ese lugar que habla de calles de oro, de ríos de cristal, donde la presencia de Dios está constantemente, presentemente y donde Él está siendo adorado y alabado perpetuamente y donde los ángeles y los arcángeles cantan santo, santo, santo, Dios Todopoderoso, el que era, el que es y el que ha de venir?

¿O, estás caminando hacia ese lugar del que el señor Jesús hablo tantas veces conocido como el infierno?

Hay un solo nombre por medio del cual nosotros podemos ser salvos, el nombre de Jesús. Y en su nombre toda rodilla se doblará y toda lengua confesara que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre.

Tú y yo no podemos añadir un solo día a nuestra vida. Yo conozco gente que durante toda su vida se ha cuidado físicamente, hacen ejercicio, no fuman, no toman, se cuidan en la dieta. Y en un segundo sus vidas terminan en esta tierra.

Hace unos meses atrás, murieron 7 personas en un accidente cerca de Los Ángeles en California, entre ellos estaba un basquetbolista muy conocido, su hija de 13 años y otras personas que perdieron la vida en un instante.

¿Tenía salud? sí. Era deportista, podemos pensar que estaba sano. Su hija era joven, así como el resto de los acompañantes en ese momento.

Pero llego el momento en el que Dios dijo, hasta aquí llega tu vida. Y llego de una manera triste y dolorosa, llego a través de la muerte en un accidente. Algo inesperado por sus familiares, por sus amigos y algo inesperado tal vez por él mismo.

Porque yo creo que no todos nosotros pensamos en la eternidad como una realidad que puede ser visible en nuestro próximo segundo.

Querido oyente, yo te quiero preguntar a ti. ¿Te levantas cada día reconociendo que hoy puede ser tú último día de vida? ¿Que puedes ir en un tren y el tren se descarrila, o en tu coche y tienes un accidente? ¿O que puedes ir cruzando una calle y un carro te atropella? ¿O que tal vez estas en tu casa preparando la comida y te da un derrame cerebral o un infarto, y tu vida se termina?

Tal vez si tú estás sano en este momento tú no piensas en la eternidad. Pero yo estoy segura de que la mayoría de las personas que están enfrentándose a situaciones de enfermedades largas, duras, dolorosas y difíciles, como el cáncer o más recientemente el Covid-19, cada día deben tener en su mente la eternidad.

Y si tú me estas escuchando y tú estás en esa posición y no piensas en la eternidad porque no quieres asumir una realidad que está presente para todo ser humano en esta tierra, te invito a que dejes de evadirla.

Porque el hecho de que tú no pienses en la eternidad no implica que la eternidad no exista, el hecho de que tú quieras cerrar tus ojos a la muerte no implica que la muerte no exista.

Si estás escuchando este mensaje y estás pensando que estoy loca. Te quiero decir algo. No te estoy hablando de lo que pienso, creo o me imagino. Te estoy hablando de lo que la Palabra de Dios dice respecto a la naturaleza que se descompone en el hombre. Respecto a la muerte como consecuencia por el pecado.

“La paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 6:23. ¿Por qué morimos? Si no es por el pecado, cuál sería la respuesta lógica para dar a esta pregunta.

Te quiero invitar a leer el Salmo 39, los versículos del 3 al 6. Este es un salmo que el rey David escribió hablando acerca de la vida. En el Salmo 39:3-6 podemos leer. El título es precioso, se llama “el carácter transitorio de la vida”. Y dice así, Salmo 39:3-6.

Se enardeció mi corazón dentro de mí; En mi meditación se encendió fuego, y así proferí con mi lengua: Hazme saber, Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días; Sepa yo cuán frágil soy. he aquí, diste a mis días término corto, Y mi edad es como nada delante de ti; Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. SelahCiertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá.

Yo quiero detenerme en algunos puntos de este Salmo 39. El (v.4) “Hazme saber, Jehová, mi fin, Y cuánta sea la medida de mis días.” ¿Cuánto tiempo me queda? ¿Hazme saber cómo voy a terminar? recuérdame. Y continúa diciendo (v.4b) “sepa yo cuan frágil soy”.  Yo creo que aquí el rey David estaba reconociendo que él no es todopoderoso, que él es un mortal, un humano. Que sus días están contados, y lo dice (v.5) “he aquí, diste a mis días término corto, y mi edad es como nada delante de ti.” El reconoce que Dios es eterno. Que para Dios 1 día, o 30 años, o 70 años, o 100 no es nada. Para Dios eso no es nada. (v.6) Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. SelahCiertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá.” Eso es lo que el hombre hace, eso es lo que el hombre busca, amontonar, acumular. ¿Nos afanamos por tantas cosas y al final quien lo va a recoger?

Y si tú estás familiarizado con la Biblia, el libro que le sigue a los Salmos es Proverbios. Un libro que en su mayoría fue escrito por Salomón, el hijo del rey David. Y que “casualidad” que llega a la misma conclusión de este salmo 39. El rey Salomón el hombre más sabio de la tierra, el hombre más inteligente de la tierra.

El hombre al que Dios le preguntó una noche en un sueño cuando llego el momento de que él asumiera el reinado de Israel, ¿qué quieres que te dé? Porque lo que tú me pidas yo te lo voy a dar. Y este hombre que era joven dice, Señor, Tú eres Dios, Tú has estado con mi padre, yo te pido que Tú me des sabiduría. Porque yo soy joven, dame sabiduría para guiar a este tu pueblo. Para tomar decisiones sabias. Para poder ser un buen líder de esta nación.

Dios no solo le dio sabiduría. Porque yo me imagino que Dios estaba deleitado con la petición de Salomón. Obviamente Dios lo conocía y Él sabía lo que él iba a pedir. Pero que tal nosotros, que tal si a ti Dios te dijera hoy, ¿pídeme lo que quieras que te lo voy a dar? ¿tú pedirías sabiduría? ¿Sabiduría para bendecir a otros? Pues eso fue lo que hizo Salomón. Salomón pidió sabiduría y Dios le dijo no solo te voy a dar sabiduría, sino que no va a haber un hombre más sabio que tú en toda la tierra. Te voy a dar riquezas y todo lo que tú quieras, te voy a dar mucho más, porque me he deleitado escuchándote pedirme sabiduría.

Y Dios aumento su poder, y le dio tierras, ganados, siervos, le dio un reconocimiento tal que de otras partes venían a ver y a escuchar la sabiduría de este hombre. Esta historia tan hermosa la puedes leer en 2 Crónicas capítulo 1.

¡Que precioso! y Salomón, como leemos, ha sido el hombre más sabio de la tierra, ni antes, ni después, ni Sócrates, ni Platón, ni todos los filósofos ni todos los teólogos han sido más sabios que él. Salomón fue el hombre más sabio de la tierra. Y Salomón define la magnitud de la vida diciendo que todo es vanidad de vanidades.

Él empieza, el primer capítulo del libro de Eclesiastés con una afirmación tan profunda como esta que hace referencia al salmo 39 que acabamos de leer. Dice el capítulo 1 de Eclesiastés:

“Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén. vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.  ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? generación va, y generación viene; más la tierra siempre permanece.

sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo. Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.

Todas las cosas son fatigosas más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír. ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol. 10 ¿Hay algo de que se puede decir: ¿He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. 11 No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.

“Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén. Pero me encanta el versículo 13 Y di mi corazón a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él. Miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu. 15 Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse. 16 Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí yo me he engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.

17 Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu. 18 porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade ciencia, añade dolor.

Y por qué estoy hablándote a ti hoy acerca de la sabiduría cuando estamos hablando con respecto a la vida eterna. Porque la sabiduría está en conocer y en entender quién es Dios. El principio de la sabiduría es el temor de Jehová” Salmo 111:10. La sabiduría está en conocer y en entender quién es Jesús. La sabiduría, lo que realmente importa que tanto tú como yo conozcamos y entendamos en esta vida es el camino de salvación.

Podemos ser fabulosos en matemáticas, en artes, en literatura, en ciencias, pero cuando nos muramos, eso queda para otros. Yo estoy segura de que a muchos deportistas, cantantes, filósofos y personajes de la vida pública la gente los va a recordar. Mira a Marilyn Monroe o Michael Jackson, que no son los más piadosos pero la gente los recuerda.

¿Dónde están ellos pasando su eternidad? ¿Dónde está todo el poder del faraón de Egipto, que persiguió a los hijos de Israel cuando Dios le dio la laboriosa tarea a Moisés de liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto? Está aquí en la Palabra. Claro, aquí tenemos su historia. Pero es una historia triste. Ese hombre no aprendió la lección y en lugar de rendirse y de entender que estaba peleando en vano contra el Dios eterno, contra el Dios todopoderoso, hasta el último minuto fue persiguiéndolo. Dura cosa es dar coces contra el aguijón. Dura cosa es pelear contra el Dios eterno.

Yo te quiero decir algo a ti querido oyente. Tú y yo muchas veces peleamos contra ese mismo Dios, cuando rehusamos obedecer su voluntad. Cuando ponemos nuestras miradas en las cosas de esta tierra y nos afanamos por acumular conocimiento, riquezas, posesiones, amistades, relaciones, experiencias, pensando que el aquí y el ahora es todo lo que nos queda. Y nos olvidamos de la eternidad.

¿Crees tú que hay una eternidad? ¿Crees tú que cuando des tu último suspiro tu alma y tu espíritu van a vivir eternamente? ¿Crees tú que hay un Dios sentado en el trono y que un día va a juzgar a los vivos y a los muertos? ¿Crees que va a haber un día de juicio en el que tú te vas a presentar delante de Dios y vas a tener que rendir cuentas por lo que hiciste con Su Hijo?

Algunos aquí que están escuchando dirán “No, no es que yo no he hecho nada contra Jesús, yo simplemente no lo quiero seguir” o “yo amo sus enseñanzas, me encanta que Él era tan bueno y era siempre tan amoroso y todo paz y amor.”

Bueno, la Biblia habla de que Jesucristo es el Salvador. Que Él dijo que no hay otro nombre bajo el cielo en el que podamos ser salvos. Solamente Él es el camino, solamente Él es la verdad, y solamente Él es la vida.

No hay otra manera, querido oyente en el que nosotros podamos ir delate de la presencia de Dios. Y ese día cuando estemos en su presencia, si entramos sin Cristo, esas puertas del cielo no se van a abrir para ti. Si entramos sin Cristo, ni siquiera vamos a poder entrar, porque nos van a decir, apartaos de aquí malditos al fuego eterno porque yo nunca los conocí. ¿Y por qué Dios va a hacer eso? Porque Él desde los cielos mandó Su gloria, la reveló en una persona, en Su Hijo. Un hombre perfecto, sin mancha sin pecado. El segundo Adán que vino a darnos vida y vida eterna.

Así que la pregunta es ¿qué has hecho con Jesús hasta hoy? ¿Has recibido al hijo de Dios como tu Señor y Salvador? ¿Has rendido tu corazón y has aceptado ese sacrificio que Él hizo en la cruz del calvario para perdonarte por tus pecados? ¿O has simplemente aceptado su amor, pero has rechazado su santidad y su justicia?

Querido oyente, hay un solo Dios que se ha manifestado en tres personas, es conocido como la Trinidad. ¿Cómo lo sabemos? En su Palabra. Un ejemplo: En el momento en el que el señor Jesús estaba siendo bautizado por Juan el Bautista los cielos se abrieron y dice la Palabra que una paloma se posó sobre Jesús representando al Espíritu Santo y una voz del cielo dijo ‘este es mi Hijo amado en quien tengo complacencia, a Él oíd.

El Padre en el cielo habló, el Espíritu Santo vino sobre Jesús y el Hijo estaba siendo obediente a las leyes que existían. Y Él se bautizó. Pero Él vino a morir. Vino para darte vida y vida eterna. Vino para que tú puedas ver ese cielo abierto un día y que ángeles vengan y te lleven a la presencia del Creador.

Jesús no se quedó callado acerca de cuál era el propósito por el cual vino a la tierra. Él vino para dar vista a los ciegos, para restaurar el corazón dañado, para dar oídos a los sordos. Para darnos un corazón nuevo para poder recibirlo a Él.

¿Por qué tiene que ser un corazón nuevo? Porque Él no puede vivir en un lugar contaminado por el pecado. Entonces, cuando tú aceptas ese sacrificio que Él hace en la cruz del Calvario, el Espíritu Santo viene y mora dentro de ti y tu cuerpo se convierte en templo del Espíritu Santo, de tal manera que tú puedes vivir una vida santa, una vida que agrade al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

¿Qué has hecho con Jesús?

¿Crees tú que Él es tu abogado defensor? ¿Crees tú que Él va a ser tu juez? ¿Crees tú que Él fue santo y que está vivo y está sentado a la derecha del Padre intercediendo por ti? ¿Crees tú que Él va a mentir y va a decir que tú eres santo y justo cuando lo has rechazado toda tu vida?

¿Amas a Dios o no? Pero no lo puedes amar a medias. Amas a Jesús o no, pero no lo puedes amar a medias.

¿Aceptas a Jesús y sus palabras que fueron fuertes, cuando dijo que “mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida y que el que no come mi carne y bebe mi sangre no puede entrar en el reino de los cielos”? Es decir que debemos participar de su muerte y de su resurrección para poder entrar en la presencia de Dios. ¿Crees eso? Porque si lo único que crees acerca de Jesús es que Él vino para que pudiéramos tener amor y armonía, te has perdido el punto central del Evangelio.

El punto central del Evangelio es que Jesús vino para que la misericordia y la verdad y la justicia fueran completas en Él. El vino para vivir una vida perfecta y sin pecado, para ponerla en la cruz del Calvario como un sacrificio, como los corderos de los sacrificios de Deuteronomio. Sin mancha y sin pecado. Y esa vida perfecta Él la entrego allí en la cruz del Calvario y Él dio su vida por ti. Para que tu vida pecadora e imperfecta fuera puesta sobre Él, y su vida perfecta fuera puesta sobre ti. Eso es lo que se llama la justificación. Por eso es que somos perdonados, porque cuando Dios nos ve, no nos ve a nosotros como somos en nuestro pecado y en nuestra debilidad. Él nos ve en Cristo. Él nos ve vestidos de la santidad de Cristo, del poder de Cristo, del amor de Cristo.

¿Qué has hecho con Jesús? ¿Qué vas a hacer con Jesús?

Cuando nosotros creemos en Jesucristo en esta tierra, recibimos la vida eterna, en Juan 3:36 leemos “El que cree en el Hijo tiene vida eterna”, tiene vida eterna. No dice, tendrá vida eterna, no. Tiene vida eterna. Tiempo presente, es algo que ya poseemos. Vida eterna.

La eternidad del creyente cambia en el momento de su salvación. O, mejor dicho, el lugar donde el creyente pasara su eternidad cambia en el momento de la salvación.

Yo quiero que tú pienses en términos eternos, cuando te levantas en la mañana y estas corriendo y preparando el desayuno para ir a trabajar o para llevar a tu hijo al colegio. Quiero que pienses en términos eternos cuando estás trabajando y alguien viene y te interrumpe y piensas “que pereza tengo tanto que hacer y ahora esta persona me viene a molestar”, y pienses en que ese puede ser el último momento de vida que tienes, ¿cómo te van a recordar? Quiero que pienses en términos eternos cuando vas al médico y recibes una mala noticia acerca de tu salud. Quiero que pienses en términos eternos cuando a tu alrededor todo lo que hay son problemas y circunstancias que no parecen tener solución.

La gente muchas veces tiende a decir, o por lo menos en Colombia, de donde yo soy “lo único que no tiene solución es la muerte”. ¡Mentira! ¡Mentira! Para las otras cosas podemos buscar soluciones. Podemos nosotros humanamente intentar encontrar soluciones.

Para la muerte hay una solución: Jesús. Porque si tú has creído en Jesucristo, tienes vida eterna. Hay una promesa de una resurrección y de vida eterna. No vas a resucitar con el mismo cuerpo pecaminoso que tienes en esta tierra. Vas a resucitar como Él resucitó y vas a tener vida eterna, como Él lo ha prometido.

Yo quiero que pienses ahora que tu vida eterna puede impactar el aquí y el ahora de las personas a tu alrededor. La manera como tú sufres, la manera como tú enfrentas la cercanía de la muerte habla mucho acerca de la fe que tú tienes en el Dios de la Biblia o no. Si tú conoces a Dios como un Dios justo, como un Dios soberano, como un Dios bueno, como un Dios perfecto, que todo lo conoce, que todo lo sabe, que te ama, que tiene un propósito y un plan para tu vida, tú vas a saber que aún en medio de esos momentos de dificultad, de dolor, de prueba, de sufrimiento, de muerte física, Dios está obrando para hacerte cada día más como su Hijo Jesucristo.

Esa es la invitación. La invitación es a que nosotros cada día tengamos la perspectiva eterna de la vida en todo lo que hacemos. Y de la misma manera en la que desarrollamos hábitos, como dicen, que si durante 21 días seguidos haces determinada acción ya se convierte en un habito y eso convierte en una parte de tu vida.

Pues yo te quiero invitar a que por 21 días pienses en la eternidad. Quiero que pienses, si hoy fuera mi último día, ¿cómo lo quiero vivir? ¿Qué le diría yo a mi esposo esta mañana antes de que se vaya a su trabajo o a su viaje de negocios? ¿Como me despediría yo de mi hijo con el que anoche tuve un problema porque no se quería dormir o no quería obedecer una instrucción que le di? ¿Cómo hablaría con mi hija adolescente que no quiere escuchar a su madre porque cree que se sabe todas las respuestas que necesita para su vida? ¿Cómo enfrentaría yo esa llamada a mi padre o a mi madre que esta al otro lado del mundo, para hacerle saber que estoy pensando en él o en ella y que yo le perdono por lo que me hizo? ¿O, cómo le pediría perdón por lo que le hice? ¿Cómo enfrentaría yo mi día a día en el trabajo, si Dios en su palabra me manda a hacer todas las cosas como para Dios y no para los hombres? ¿Trabajaría diferente?

Cuando pensamos en términos eternos, la perspectiva de nuestras situaciones en esta tierra cambia. Nos ayuda a poner los ojos en Cristo y en la eternidad. Nos ayuda a darle gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo.

Yo no sé cómo estás tú, querido oyente en este día, pero te quiero invitar a que pongas tus ojos en Cristo. A que pongas tus ojos en la eternidad que Él te ha prometido, y a que seas consciente de que esa eternidad si eres cristiano y si eres hijo de Dios, ya forma parte de ti.

Es una realidad que no podemos negar. Debemos vivir en ella. No en el aquí y el ahora como el mundo nos quiere hacer creer. Muchas veces leo en el Facebook o en el Twitter o en Instagram “¡Disfruta tu vida aquí porque solo tienes una!” No. Hay una vida que de verdad importa y es la vida como Dios la diseño para que la viviéramos antes de la caída. Es la vida que vamos a vivir eternamente en Cristo y con Cristo.

Si tú te has revelado contra Dios y has sido terco cada vez que Él te invita a venir a Él. Te quiero invitar hoy a que pidas perdón por tu rebeldía, a que le digas Señor, yo reconozco que te he ofendido, reconozco que te he fallado. A que te rindas al Dios que te ama.

Y que te ama tanto como dice Juan 3:16 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna.”

Dios es un Dios de amor, pero también es un Dios justo, un Dios de misericordia, Un Dios de gracia, un Dios santo. En su justicia Él no puede declarar inocente a una persona culpable. En su santidad, Él no puede permitir que personas no santificadas estén delante de su presencia.

Pero como Él sabe que en nuestra humanidad caída y en nuestros deseos pecaminosos no somos capaces de vivir vidas santas, ni de hacer todo lo que es justo todo el tiempo y que fallamos y no somos perfectos y pecamos. Él envió la solución y el remedio para nuestro problema de pecado, para nuestra enfermedad cardiaca: envió a su Hijo Jesucristo.

Lo envió. Lo único que tú necesitas hacer es creer, reconocer tu pecado, arrepentirte, pedir perdón por querer vivir una vida vanidosa, por afanarte en las cosas de este mundo.

Que no se enardezca tu corazón dentro de ti, que no profieras con tu lengua cosas contra Dios. Sino más bien que por el contrario el Señor te haga entender cuál es tu fin. Te haga entender que tus días en esta tierra tienen un límite. Te haga entender cuan frágil eres.

Te haga entender que no hay que afanarse en esta vida vanamente, sino que tu esperanza como dice el Salmo 39:7 ‘Y ahora, Señor, ¿qué esperaré? Mi esperanza está en ti.” Que tu esperanza este en Cristo.

Oremos:

Señor amado, Padre eterno, quiero darte muchas gracias por tu Palabra. Gracias porque la conclusión de la vida Señor, es que todo es vanidad. Vanidad de vanidades. Señor tú nos llamas en tu palabra a ser sabios, a ser prudentes, a buscarte. Ayúdanos, Señor a que nuestros oídos busquen la sabiduría tuya, a que nuestros labios pronuncien la verdad de tu Palabra. Que nuestro corazón tenga discernimiento para entender lo que realmente importa.

Señor tu palabra es verdad. Jesucristo ha prometido vida eterna y resurrección. Vida eterna con Él en el cielo, cuando creemos en su sacrificio perfecto y en su justicia imputada a nuestro favor. O una condenación en un lago de fuego, Señor, conocido como el Infierno.

Y Padre, yo te quiero pedir por aquellas personas que hoy están caminando en sus vidas hacia una eternidad sin Cristo. Separados de ti, recibiendo tu justicia eternamente. Padre, detén sus caminos, hazlos caminar más despacio, para que te puedan contemplar a ti y entender la fragilidad de sus vidas.

Hoy es el día de salvación. Hoy puede ser el día Señor, en el que tú derrames convicción de pecado, de justicia y de juicio sobre esas vidas. Padre yo oro para que tu Espíritu Santo traiga convicción a esos corazones que están caminando hacia la eternidad sin ti.

Que ellos puedan entender Señor que te necesitan y que todo es vanidad. Y que puedan gloriarse Señor en conocerte y en entenderte y en entender el sacrificio de tu Hijo Jesucristo, y el mensaje del Evangelio: Que para todo aquel que viene a Cristo hay salvación. Para todo el que confiesa que Él es el Señor y que Dios le levanto de los muertos y lo resucitó hay vida eterna.

Padre, gracias, gracias porque creemos en ti Señor, los que hemos creído. Porque no te buscábamos, pero tú nos encontraste. Gracias por permitirnos disfrutar de tu presencia, de tu poder, de tu amor.

Te alabo y te bendigo Señor y te doy gracias. La gloria, la honra, la alabanza por los siglos de los siglos solo te pertenece a ti Señor. Tu eres nuestro amparo, nuestro refugio, la meditación de nuestro corazón Señor y te alabamos. En el precioso y glorioso nombre que es sobre todo nombre, en el que vino a darnos vida Señor y vida eterna. Que en Su nombre se doble toda rodilla y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para la gloria de Dios Padre. Te amamos Señor, te damos gloria y honra en el nombre de Jesús, amen.

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