By January 5, 2024 Read More →

¿En qué estamos fallando en el discipulado?

Participar en el discipulado es una manera maravillosa de servir a Dios a y Su iglesia. Al final de cuentas, estamos acompañando a nuestras hermanas en la fe a ver la belleza de leer la Biblia, de tener un tiempo de comunión con Dios por medio de la oración, de asistir a la iglesia y tener unidad con los hermanos. Nos volvemos testigos de primera mano de la gracia y la bondad de Dios en sus vidas.

Anhelamos que exista un deseo innato por las actividades que involucran pasar tiempo con Dios y con Su iglesia. Sin embargo, al poco tiempo, podemos estrellarnos de frente con una pared de concreto.

¿Te ha pasado alguna vez? Tal vez empiezas con toda la emoción del mundo, hay tanto para hacer, tantas personas nuevas en la iglesia que necesitan saber cómo se vive la vida cristiana, y allí estás tú, tratando de ayudarlas y de atraerlas para que puedan crecer en las disciplinas espirituales y en su relación con Dios.

Sin embargo, con el paso del tiempo, algo que debería ser motivo de gozo, se convierte prontamente en una responsabilidad más que asumir tanto para ellas como para ti.

¿Por qué? Por el enfoque que le damos al discipulado se encuentra más en el proceso y en la técnica que en Cristo. Querida hermana, el discipulado no es una clase para conocer cómo debe comportarse una persona dentro de la iglesia. Tampoco es una serie de pasos que debemos hacer para garantizar que estamos bien con Dios. El discipulado es un caminar juntos, mirando a Cristo, deleitándonos en Él, en Su amor, en Su carácter, en Su persona.

¿Con qué propósito? Amarle, servirle, seguirle y buscarle para ser transformadas a la imagen de Cristo.

Así las cosas, cuando nuestro enfoque radica en el cómo, encontramos desafíos tales como:

  • Falta de compromiso debido a las distracciones propias del mundo en el que vivimos: Con tanto entretenimiento, redes sociales, televisión y actividades que brillan y llaman la atención fuera de la iglesia, las personas que no tienen una pasión y un hambre por Dios y Su Palabra de manera personal, van a desviar sus ojos para ir a comer lo que el mundo ofrece mientras dejan de lado los manjares de la Palabra de Dios.
  • Falta de tiempo: La familia, el trabajo, los estudios, demandan nuestra atención. ¿De verdad necesitamos invertir tiempo para discipular o ser discipuladas? La respuesta es sí.

Es importante tener la disciplina de reunirnos por lo menos una vez a la semana. Es una cita indispensable para fortalecer la comunión con Dios y con otros. Es un tiempo intencional donde crecemos y nos hacemos preguntas difíciles ¿Con qué pecado has batallado más esta semana? ¿Cómo ha sido tu lectura de la Biblia y como ella te ha desafiado a vivir de una manera diferente?

  • Falta de coherencia: Lo que enseñamos y compartimos durante el discipulado se queda solo en el campo de lo teórico. La práctica queda excluida y por lo tanto la relación entre lo que creemos y vivimos es cada vez más distante.

Si queremos que el discipulado funcione, necesitamos mostrarnos como somos. No somos perfectas. No tenemos todas las respuestas. Pero en medio de nuestro día a día la persona nos puede ver, puede ver cómo dependemos de Dios, de Su gracia. Cuando vivimos de manera transparente delante de otros, cuando nos ven con nuestros hijos, en la cotidianidad de nuestro hogar, en nuestra relación matrimonial, reflejando a Cristo y aplicando las verdades de la Palabra en el día a día, podemos tener un tiempo maravilloso de calidad en el discipulado.

Estoy segura de que puedes pensar en otras dificultades a la hora de ejercer el discipulado, así que, con ellas en mente, y con lo que te acabo de decir, quiero invitarte a que dejes de enfocarte en el cómo, y a que pongas tu enfoque en el Quién.

¿A quién seguimos? ¿De quién queremos aprender? ¿A quién queremos mostrar? A Cristo. Entonces, cambiemos nuestro enfoque y perspectiva y dejemos que Cristo sea el centro detrás de todo lo que hacemos.

Para hacer discipulado no debemos enfocarnos en las técnicas o los métodos a seguir. Nuestro enfoque debe estar en Cristo. Si no tenemos esto claro, me temo que estamos empezando con mal pie.

No queremos seguir todos los pasos para poder guiar a otras personas en su caminar cristiano, no queremos decirles qué hacer o qué no hacer, y llenarlas de una larga lista de disciplinas espirituales, lecturas, sermones, estudios, sin enfocarnos en lo más importante: Su relación con Dios.

Tampoco queremos llenarlas de conocimiento y saturarlas de información referente a lo que la Biblia dice respecto a ser un discípulo de Cristo, sin prestar atención a su carácter, al crecimiento y a la transformación que hay en su vida.

El discipulado solo producirá un hermoso fruto cuando la semilla ha sido plantada en tierra fértil, sembrada y regada en oración y dependencia de la obra del Espíritu Santo.

No queremos que las personas nos sigan a nosotras, o se parezcan a nosotras, queremos que sigan a Cristo. Todo debe apuntar a Él. Necesitamos llevarlas a amar a Dios, a anhelar pasar ese tiempo en Su presencia. No para marcar la casilla de un aspecto importante de la vida del creyente, sino porque es tan natural como el agua para los peces.

Si queremos que el tiempo de discipulado sea provechoso, necesitamos recordar que Cristo es el motivo detrás de todo lo que hacemos, la razón, el gozo, el propósito. Ánimo, querida mujer que persevera, Dios puede usar tu vida para bendecir a otros, solamente abre tu corazón y disponte a mostrar a Cristo.

Sirviendo para Su gloria,

Mónica Carvajal

Pd: Este artículo fue publicado originalmente en la página del ministerio Mujer que Persevera. Usado con permiso.

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